Ricardo I de Inglaterra es uno de los reyes más famosos y con una historiografía más amable de la historia. Con una formación sólida, inquietudes artísticas que le llevaron incluso a componer poemas en francés y occitano, descrito como atractivo y un gran estratega militar; hay que rebuscar y leer mucho para encontrar a alguien que hable de sus defectos como gobernante – ha sido acusado de antisemita por excluir a toda persona judía de su coronación y esto acabó provocando una pequeña masacre en Londres. Pero todos podemos estar de acuerdo en que si Ricardo I ha sido uno de los reyes con mayor presencia en la cultura popular, protagonizando libros, obras de teatro y películas, no fue por sus versos o conquistas amorosas, sino por su amor por la batalla.

 

Entre cruzadas y conquistas, el bueno de Ricardo solo estuvo seis meses de sus diez años como rey en suelo inglés. No sé ustedes, pero a mi me gusta imaginar que se pasó todo ese tiempo sentado, jugueteando con su espada y pensando en excusas para salir de esa isla, dejar de comer puto salmón y ponerse ciego a hummus en Tierra Santa. O ir a casa de su suegro y comer chuletones en Navarra como si no hubiera un mañana.

Ricardo I Corazón de León

Siempre he pensado en Jaylen Brown como el Ricardo I de los Boston Celtics. Educado, formado y con buena planta, su mejor baloncesto es cuando juega como si estuviera en medio de una cruzada. Empezó realmente despistado su carrera en la NBA y de sus primeras semana en la competición solo merece la pena rescatar el partido en el que Brad Stevens le emparejó contra nada más y nada menos que LeBron James – a quién hizo un mate en sus primeros minutos en pista. Tras eso, una serie de pobres actuaciones hasta que empezó a sonar el runrun de que estaba demasiado verde y que quizás unos cuantos días en Maine le vendrían bien para coger el confianza. Su reacción fue inmediata, detectó perfectamente las carencias defensivas del equipo y a base de bajar el culo, estar en todos lados y salir a la contra como alma que lleva el diablo, consiguió ganarse la confianza de su entrenador, como refleja su paso de promediar 7 a 20 minutos entre el principio y el final de la temporada.

La llegada de Gordon Hayward, Marcus Morris y Jayson Tatum en un mismo verano podía haber amenazado el puesto como titular que tanto le había costado conseguir durante su temporada rookie, pero entre la lesión del de Indiana y su paso adelante, hizo de Jaylen uno de los jugadores más importantes en la rotación de Brad Stevens, hasta convertirse en el máximo anotador del equipo durante unos Playoffs a los que jugó en una pierna. Brown siempre parece que está jugando como en modo venganza, tratando de demostrar algo, mi compañero Álvaro Méndez siempre dice, para diferenciarle de Jayson Tatum, que mientras el basket fluye para el segundo parece que se pelea con el primero. Y no le falta razón.

Jaylen es Jaylen por su carácter. Y por desgracia, durante este inicio de temporada parece más un administrador que un guerrero. Jugando los mismos minutos que la temporada pasada, sus guarismos han bajado de 14,5 puntos, 4,9 rebotes y 1,8 asistencias a 9,3 puntos, 4,8 rebotes y 1,8 asistencias. Es cierto que la llegada de Gordon Hayward le ha quitado más tiempo el balón de las manos (ha pasado de un uso del 21,4 al 17,4 %) pero al menos sobre el papel, la adición de un generador más debería favorecer más su juego de finalizador que cuando compartía pista con Marcus Morris, por ejemplo.

Otra explicación posible puede ser que está jugando para Brad Stevens. Los equipos del entrenador de los Boston Celtics siempre tardan mucho tiempo en arrancar. Si nos olvidamos del espejismo del año pasado cuando los Orgullosos Verdes enlazaron una sorprendente racha de 16 victorias seguidas tras la lesión de Gordon Hayward, es común que tácticamente el equipo deambule y el entrenador pruebe cosas hasta finales de diciembre, siendo esto particularmente notable en el aspecto ofensivo. Por norma general, estos desajustes hacen que aquellos jugadores que dependen más de un buen sistema para exponer sus virtudes sufran más, mientras que aquellos capaces de sacarse las castañas del fuego brillen en mitad del caos. Sirvan Jae Crowder e Isaiah Thomas como ejemplo de cada tipo de jugador en el pasado o los propios Jaylen Brown y Jayson Tatum en el presente.

Quizás eso es todo lo que le pasa a Jaylen, que su juego solo está siendo reflejo de un equipo que aún no está asentado en ataque y eso provoca que los tiros que toma son peores, que los balones le llegan en situaciones menos ventajosas, etc. pero su actitud en pista tampoco es la misma. Más allá del primer partido contra los Philadelphia 76ers no hemos visto ni una sola vez al Jaylen atrevido hasta lo temerario. Contra Toronto estuvo casi intimidado por Kawhi Leonard, algo que podría tener sentido al enfrentarse al mejor defensor de esta década en la NBA pero que no le había importado un pimiento al de Marietta en el pasado. Pero aún así, lo más preocupante ha sido su actuación durante los dos últimos encuentros contra New York Knicks y Orlando Magic. El alero estuvo completamente perdido y sin confianza; los Celtics fueron simplemente mejores durante el tiempo que Marcus Smart, Terry Rozier o Marcus Morris estuvieron en su lugar durante los minutos cruciales; no parece casualidad que durante las dos victorias conseguidas por Boston esta temporada, Brown estuviese en el banquillo durante los minutos cruciales del partido.

Jaylen Brown ahora mismo necesita emprender una cruzada y si hace dos años la amenaza de ser enviado a Maine fue lo que le hizo despertar y convertirse en una pieza fundamental para Brad Stevens, quizás sea la hora de hacer lo propio con el banquillo. El quinteto de los Boston Celtics está siendo demolido cada noche por el rival, siendo Jaylen Brown el segundo jugador con peor eficiencia de tiro de toda la plantilla y el primero del quinteto con peor Net Ratio (¡hasta su VORP es ligeramente negativo!). A día de hoy, Boston es mejor equipo cuando Marcus Smart o Terry Rozier ocupan la posición de escolta y quizás un par de semanas saliendo desde el banco sea todo lo que necesita Jaylen para dejar de razonar y empezar a batallar.

 

«Le gustaba organizar, pero le fastidiaba la administración. Sólo el arte de la guerra podía retener su atención. Como soldado, poseía auténticas dotes, intuición para la estrategia y la táctica y el poder de mandar hombre» Runciman, 1981, p. 81