En condiciones normales, a esta altura de la temporada se estaría hablando en Boston de la batalla por el primer puesto de la conferencia. Y daría para mucho. El auge del banquillo de los Toronto Raptors ha catapultado a los canadienses a la cima, aunque los Celtics no andan muy por detrás. Todo se reduce a un debate a muy corto plazo: los próximos Playoffs. Plantilla en mano, el conjunto dirigido por Brad Stevens debería ser el máximo favorito del Este, pero claro, la normalidad solo duró cinco minutos allá por Massachusetts.

La ilusión de comenzar una nueva aventura con un equipo renovado y, para más inri, en la casa de todo un LeBron James, se esfumó sin que hubiera tiempo para saborear lo más mínimo. Gordon Hayward cayó sobre el parqué del Quicken Loans Arena y todo cuanto se preparó para afrontar una nueva campaña se fue por el sumidero. Los verdes perdían a uno de sus grandes baluartes y se topaban con la necesidad de reinventarse para no caer en la mayor de las depresiones tanto deportiva como anímica. En el terreno más resultadista, este resurgimiento ha sido evidente, pero por mucho que los Celtics sigan sumando victorias a su casillero, el nombre de Hayward sigue bien presente cada día que pasa.

Ahora que el mercado de traspasos está cerrado a cal y canto, las noticias y rumores alrededor de Boston giran entorno a una posible vuelta a las pistas del alero cuando el balón más quema. Tras disputar la friolera de cinco minutos en la presente temporada, muchos esperan que el ex de los Utah Jazz sea la gran esperanza blanca (nunca mejor dicho) de estos Celtics. Seis meses en el dique seco, y retorno a la cancha cuando la exigencia llega a sus niveles más altos. No creo que sea el único al que este tema le chirría.

La montaña rusa de lo que ya podemos denominar como ‘El caso Hayward’ está llegando a su máximo exponente tras el parón del All-Star, pero es una novela de misterio con muchos capítulos. Solo pasó un día desde la lesión de la figura de la Universidad de Butler para que inmediatamente se especulara con su vuelta este mismo curso. En una lesión de estas características, nadie osaría a fomentar esperanzas tan lejanas a la realidad cotidiana. De nuevo, no nos encontramos ante circunstancias normales. El auge de las redes sociales ha permitido un gran acercamiento al mundo del deporte y sus protagonistas, y entre muchas otras cosas, nos ha ofrecido un informe audiovisual periódico del trabajo de Hayward desde aquella aciaga noche en Cleveland.

Desde lanzamientos desde una silla como se puede ver en la publicación de arriba, hasta sus primeros pasos de vuelta con la pelota en las manos, la evolución del ex de los Jazz, o por lo menos lo que se ha podido mostrar de ella, ha estado a un click de distancia. Los plazos de recuperación han avanzado y la cada vez más próxima llegada de los Playoffs provoca un ansia por resolver de una vez por todas la disyuntiva sobre Hayward. El caso no es fácil, y las declaraciones que nos llegan desde Estados Unidos no hacen más que enredar todo una y otra vez.

La postura oficial de la franquicia ha permanecido inamovible desde el primer momento. Danny Ainge y Brad Stevens han rechazado la hipótesis del retorno del alero de cara a los medios. Está claro que Hayward está trabajando a destajo para acortar su baja y optar así a jugar el final de esta campaña, pero los que mandan quieren frenar el carro. «No creo que Gordon piense que va a jugar este año», declaraba el General Manager de los Celtics a una radio local.

Tal es el afán por descubrir hasta qué punto es viable el retorno del ex de los Jazz, que incluso el padre del jugador ha sido protagonista en la prensa tras atender a la prensa de Utah. Gordon Hayward Sr. tampoco quiere lanzar las campanas al vuelo.

«Se está dejando el culo trabajando, y sería genial que pudiera acabar jugando. Pero creo que no es posible realmente. Ni siquiera está corriendo o saltando todavía».

Nada nuevo en el horizonte. Sabemos que, en cuanto al alero se refiere, va a dejar todo lo posible para volver cuanto antes a ayudar a sus compañeros. Pero también somos conscientes de lo remoto de su prematura recuperación. Hasta aquí los comentarios que niegan la teoría. Todo el mundo parecía de acuerdo en que es casi imposible que Hayward llegue el tiempo, pero allí apareció la ya mítica voz de Mike Gorman.

El narrador de los Celtics para NBC Sports Boston también hizo su aparición por la radio para ofrecer su postura sobre el caso, y el cochecito volvió a subir por la montaña rusa. Según Gorman, Hayward está trabajando unas ocho horas cada día, y de no creer en poder volver a jugar esta temporada, su carga de trabajo sería mucho menor.

«Que el equipo acabe activándolo o dejándolo jugar es otra historia. Yo creo que vamos a ver a Gordon Hayward con el uniforme de los Celtics antes de los Playoffs».

Pase lo que acabe pasando, el argumento de la voz que acompaña a los Celtics es innegable. Estamos hablando de una diferencia de varios meses entre un periodo de recuperación rápido y arriesgado, a otro más sosegado y seguro de cara al año que viene. Nadie mejor que el propio jugador sabe cuál es el plan de acción, y muy en la línea a las palabras de su padre, Hayward ha dejado una tímida luz de esperanza a la vez que frenaba el entusiasmo desmedido.

El alero atendió a la prensa en un acto de la franquicia, y no ocultó la fe que aún alberga de cara a su recuperación, aunque rápidamente aclaró que no piensa en ello. Día a día y sesión a sesión. No hay otro plan alternativo. Todo lo que suponga un acelerón innecesario puede tirar por tierra todo el trabajo acumulado hasta el momento, e incluso podría provocar un revés irreparable para Hayward en los años más importantes de su carrera. El que no arriesga no gana, pero en este caso hay mucho más que perder encima de la mesa.


A medida que el calendario se acerque a su final, las noticias sobre el retorno del hijo pródigo se harán más y más comunes, pero lo cierto es que de momento no queda otra cosa que especular. El ex de los Jazz parecía poseer la clave para desatascar los problemas ofensivos de los Celtics; algo que se ha visto claramente sobretodo antes del All-Star. Ante el nivel expuesto por los Raptors y la amenaza perenne que suponen LeBron y sus Cavaliers, pocos confían en que Boston pueda salir con el cetro del Este sin el que iba a ser su alero titular. Esto provoca una sensación de urgencia a la franquicia y a la base de aficionados, pero las prisas no son buenas.

Acortar los plazos y forzar a un jugador que lleva seis meses parado no va a traer los réditos que se esperan. El Hayward que vuelva a pisar una cancha NBA no será el mismo que firmó por los Celtics, y dudo mucho que su presencia pueda suponer una mejora sustancial al conjunto. Nadie vuelve de una lesión de tal gravedad y juega como si nada. Se necesita un periodo de reajuste y acomodamiento al baloncesto profesional, y en el último tramo de la temporada no hay tiempo que perder. Los Playoffs no esperan a rezagados, y el alero, seguramente, acabará restando más que sumando. Eso, sin entrar en una posible recaída de su lesión.

Los Boston Celtics llegarán a las eliminatorias por el titulo de la misma forma en la que habrán completado 81 partidos y medio de curso regular. No serán el mejor equipo, pero han demostrado que con las armas que aún tiene su arsenal puede competir contra cualquiera. Sin Gordon Hayward, el anillo de 2018 puede ser una utopía para los verdes, pero si éste se apresura y no se recupera al 100% de su lesión, puede que el objetivo se aleje aún más en los próximos años.