Los Toronto Raptors se proclamaron campeones de la NBA por primera vez en la historia, convirtiéndose a su vez en el primer equipo no estadounidense en conseguir el anillo.

El fin de una era

El dios del baloncesto, sentado en una silla de ruedas pero solo de manera preventiva – como luego tuvo a bien explicar en su perfil de twitter, no solo quería terminar con la dinastía de los Golden State Warriors sino que además los quería enterrados y con un saco de cal viva por encima.

Si llegaban a las Finales ya con la más que sensible baja de un Kevin Durant que acabaría por destrozarse su Tendón de Aquiles en el quinto partido, durante el sexto y definitivo de anoche en el Oracle Arena, verían como Klay Thompson hacía lo propio con su rodilla.

Esto dejaría solo ante el peligro a un Stephen Curry que ha realizado seguramente los mejores Playoffs y Finales de su carrera rodeado de los comentarios más críticos que ha tenido que sufrir desde su llegada la NBA. Así es el aficionado social, supongo, sobrevalora al que aún no ha logrado nada solo por el potencial que tiene delante mientras critica al que está en la cima por el poco futuro que le intuye.

El legado para los cronistas sumará tres anillos y cinco finales de la NBA siendo la cara visible de uno de los tres mejores equipos de baloncesto que hemos tenido la suerte de ver, mientras que la historiografía hablará de cómo sin su figura sería imposible de entender el cambio que sufrió el baloncesto en la segunda década del Siglo XXI.

 

Nadie quiere ser el chico bueno

Hace exactamente un año, los Toronto Raptors eran una franquicia al borde de la reconstrucción. Tras un lustro de muy buenos resultados en la temporada regular y sonados batacazos en la primavera, se habían convertido en un meme.

El curso 2017/18 sería aquel que describiría por antonomasia su recorrido en la NBA, liderados por Kyle Lowry y DeMar DeRozan, habían conseguido el mejor récord de la Conferencia Este de manera muy consistente. Además, su entrenador sonaba y acabaría llevándose el premio a COY.

Pero un año más todo acabaría al encontrarse con su némesis, un equipo sin ningún tipo de estructura ni alma pero con el entonces mejor jugador de baloncesto del planeta. LeBron James enterraría un año más las aspiraciones de los canadienses sin romper a sudar y se hacía evidente que el techo de los Raptors lejos estaba no ya del anillo sino de las Finales de Conferencia.

Ante Bobby Webster, el General Manager más joven de la NBA, se habrían dos caminos: derruirlo todo y empezar de cero o apostar todo a un número.

 

Kawhi Leonard, destructor de dinastías

Si en el verano de 2016 a cualquier seguir de la NBA le hubiesen preguntado qué estrella de la NBA sería la última en protagonizar un episodio tan vergonzoso y deleznable como el llevado a cabo por Kawhi Leonard durante la pasada temporada, 99 de cada 100 habrían respondido de manera escueta y sin sonreír «Kawhi Leonard«.

Su salida de los San Antonio Spurs tuvo un aire tan oscuro, tanto en fondo como en forma, que difícilmente sabremos nunca qué ocurrió en realidad. Sobre todo si tenemos en cuenta las personalidades de todos los involucrados en la misma.

El resultado sería un traspaso en el que los Toronto Raptors entregaban al mejor jugador en la historia de su franquicia, su priemra ronda de 2019 y a Jakob Poeltl a cambio de Danny Green y un Kawhi Leonard que llevaba un año sin jugar bien estar lesionado o bien por fingir estarlo. Ninguna de las dos opciones era buena y encima solo le quedaba un año de contrato antes de salir camino de Los Angeles en la agencia libre del presente año – algo que su representante y familia habían dejado meridianamente claro en multitud de ocasiones.

Bobby Webster, que semanas antes había despedido al mejor entrenador de la temporada para sustituirlo por un Nick Nurse cuyo máximo aval era el buen trabajo realizado en la liga de desarrollo.

Liderados por un Kawhi Leonard que nos ha hecho preguntarnos durante dos meses si es el mejor o segundo mejor jugador de baloncesto de este planeta (redondo, boludo) a día de hoy, los Toronto Raptors han pasado por encima de equipos que están empezando a dar sus primeros coletazos, proyectos molones y la oscura golondrina que amenaza con llegar.

Mientras Kawhi Leonard cuelga la cabeza de la tercera dinastía con la que acaba, Canadá entera celebra un anillo tras darse cuenta que pidiendo las cosas por favor no llegas a ningún lado.