En realidad, este artículo empezó siendo un intento de entonar un mea culpa público por parte de una persona que criticó a la llegada de Marcus Morris a los Boston Celtics cuando esta era aún solo una de las muchas posibilidades de traspaso que se manejaban para hacer hueco a la llegada de Gordon Hayward.
Cuando seguir la NBA es solo una afición, a la que más tiempo dedicas de todas pero una afición a fin de cuentas, es imposible estar al día de absolutamente todo lo que pasa en cada franquicia o conocer en profundidad los 15 jugadores de sus plantillas. Así que, por lo general, acabas teniendo un conocimiento absurdo de lo que pasa en casa, muy amplio de los favoritos al título y bastante detallado de aquellos equipos por los que sientes simpatía. Luego están los Phoenix Suns.
Desde la salida de Steve Nash no hay un solo motivo para interesarse por los Suns. Vienen a ser la némesis de aquellos Atlanta Hawks que siempre entraron en Playoffs, no tenían ninguna estrella carismática pero sí buenos jugadores y jugaban muy bien al baloncesto pero a la hora de la verdad siempre había una opción más interesante en el League Pass.
Si los Atlanta Hawks eran la mediocridad en la victoria, los Phoenix Suns lo son en la derrota. Nunca entran en Playoffs, tienen malos jugadores pero ninguno que sea carismáticamente malo (piensen aquí en Cameron Payne) y no juegan a nada, pero a la hora de la verdad siempre había una opción con más posibilidades de generar memes en el League Pass.
En este contexto de ver cuatro o cinco partidos de los Phoenix Suns al año – los dos que juega contra tu equipo más un par de ellos en días señalados bien por el rival o por el horario, es el que conocí a los hermanos Morris.
El cierre del No Morris Club
Como decía hace trescientas palabras, que han acabado siendo un argumentario de por qué me parece alucinante que no haya una franquicia NBA en Seattle cuando las tenemos hasta en mitad del desierto, mi idea era romper una lanza a favor de Marcus Morris.
El alero no solo fue una pieza clave de los Hospital Celtics que el año pasado se quedaron a cuatro minutos de jugar sus primeras Finales NBA en una década, sino que ha sido una de las poquísimas noticias buenas del equipo esta temporada. Su imagen de jugador egoísta, algo macarra y, en definitiva: poco celtic, ha quedado completamente diluida y todos los miembros del «No Morris Club» deberíamos avergonzarnos de haber pertenecido a él como si de UPyD se tratase.
ANUNCIO OFICIAL: Tras días de intensas reuniones entre la directiva del club y ante la evidente mejora del jugador y su aporte al equipo, el club oficial No Morris anuncia su cierre. pic.twitter.com/ccIHYcIUeN
— Aina Smart (@Ladysekh_70s) 14 de noviembre de 2018
Como recitar sus números o recopilar sus declaraciones, siempre tratando de unir a los compañeros y dolorosamente autocríticas, sería demasiado fácil y no aportaría nada que todo aquel que llegase abriese el artículo ya supiera de antemano, decidí hacer un poco de investigación. Es decir: leer casi todo lo que se haya publicado sobre Marcus Morris durante sus dos años en Boston y pasar una buena cantidad de tiempo en basketball-reference.
Entonces fue cuando lo vi.
La maldición de los hermanos Morris
Todos hemos visto esa película en la que el protagonista, generalmente leyendo una inscripción en la pared antorcha en mano o mirando fijamente una pantalla de ordenador tras introducir un disco de 3 1/2A, empieza a atar cabos y todo el peso del mundo cae sobre su espalda. Esa misma sensación fue la que tuve cuando descubrí que algo pasa con los hermanos Morris.
Según expertos en la materia, lo que diferencia a la heroína de todas las demás drogas, y la hace tan peligrosa, es que ninguno de los chutes posteriores iguala la sensación de la primera vez que te inyectas una dosis. Además, a diferencia de la mayoría del resto de drogas duras, tiene efectos positivos a corto plazo – analgésico, como todos los opioides, antidiarreico y antitusivo.
Al igual que la heroína, tanto Marcus como su hermano Markieff, tienen la habilidad para mejorar un equipo nada más llegar para terminar por convertirlos en teloneros de Eskorbuto a partir del segundo.
Es una constante en la carrera de los dos hermanos y las pruebas son irrefutables
Markieff Morris y la generación perdida
Markieff Morris campa por la NBA como el caballo por el España en la década de los 80, y no hablo precisamente de Imperioso. Drafteado por los Phoenix Suns en el verano de 2011, el equipo venía de unos años bastante exitosos en los que llegó incluso a jugar las Finales de Conferencia 2010.
En su primera temporada en el equipo mejoraron su porcentaje de victorias del .500 al .585 para caer estrepitosamente a un .305 cuando el jugador se estableció en el quinteto titular. De ahí en adelante, el equipo ha caído en desgracia: desde ser uno de los mejores récords en no entrar en Playoffs hasta convertirse en el hazmereír de la NBA durante los últimos años.
Una suerte parecida correrían los Washington Wizards tras su llegada, tras disputar dos Semifinales de Conferencia de manera consecutiva, el equipo capitalino se hacía con los servicios del alero para mantener el buen trabajo hecho durante los años anteriores. En su primera temporada completa con el equipo, este volvería a mejorar su récord (de un 41-41 a un 49-33) y tocar techo con aquellas semifinales de conferencia 2017 contra los Boston Celtics.
Lo que vendría después, es de sobra conocido por todos, uno de los vestuarios más cainitas de la NBA, franquicia dirigida por un mono con dinamita y, en definitiva, el caos.
Este ha sido su primer año en los Oklahoma City Thunder y, una vez más, no solo ha mejorado el récord del equipo con respecto a la temporada anterior sino que las sensaciones durante la temporada regular son las mejores que han tenido en esa ciudad desde la salida de Kevin Durant. Dentro de un año veremos si los de Russell Westrbrook son la tercera víctima del mayor de los Morris.
Marcus Morris, el culmen de la maldición
Marcus sería drafteado por los Houston Rockets el mismo verano que su hermano aterrizó en Phoenix. Si bien el año de su llegada el equipo empeoró su récord (de 43 victorias a 39) y no fue hasta la segunda cuando se empezaron a notar los efectos positivos de su llegada, esto se debe – sin lugar a dudas – a que durante ese primer año apenas diputó 7 minutos por partido en los 17 encuentros en los que se vistió de corto. Una vez asentado en el equipo los números de este mejorarían en 11 victorias. Marcus Morris sería traspasado a mitad de la temporada y Daryl Morey se convertiría en esa persona que prueba las drogas una sola vez y se queda con una experiencia cojonuda que recomienda a todo el que puede.
La primera temporada completa de Marcus Morris en Phoenix sería aquella en la que ya comentamos que el equipo se convertiría en uno de los mejores de la historia en no entrar en Playoffs (48-34), mejorando su récord en 23 victorias, para una vez más cumplir con su maldición y bajar a las 39 en su segundo año completo en el equipo.
Los Phoenix Suns romperían la palabra dada a los gemelos apenas unos meses atrás, y en el verano del año 2015 traspasarían a Marcus Morris – junto a Danny Granger y Reggie Bullock – a los Detroit Pistons a cambio de un pick en un movimiento que rápidamente se interpretó como un intento (vano) de hacer espacio para el agente libre de esa temporada: LaMarcus Aldridge.
Por enésima vez, los efectos fueron inmediatos: los Detroit Pistons pasarían de un porcentaje de victorias del .390 al .537 para clasificarse por primera vez en siete temporadas para Playoffs. Por quinta vez en seis años, la maldición de los hermanos Morris atacaría a un equipo NBA y tras una decepcionante segunda temporada en Detroit, los Pistons le traspasarían a los Boston Celtics a cambio de Avery Bradley.
¿Adivinan qué paso en Boston? Exacto.