En una de esas mágicas noches en las que el añorado Andrés Montes y Antoni Daimiel conversaban sobre lo humano y lo divino en algún tiempo muerto perdido, el «negro», como llamaban cariñosamente sus amigos al mítico narrador de Canal +, soltó una de sus mejores frases. Eso es decir mucho con un catálogo como el suyo. «La vida es así, Daimiel. ¿Qué le vamos a hacer? El talento bajo sospecha. ¿Por qué? Es una pregunta que tendríamos que hacernos», apuntaba Montes con su peculiar estilo. Tenía razón. Y aunque parezca extraño, esto nos lleva a la presente situación de los Boston Celtics.
Es normal desconfiar de la franquicia de Massachusetts en este momento de una temporada regular que sigue dejando mucho que desear en cuanto a sensaciones y resultados. La sospecha existe y surge, efectivamente, por una cuestión de talento. Pocos equipos NBA pueden presumir de una colección de calidad similar a la de estos Celtics, sin embargo, viendo la tabla clasificatoria no se puede observar una correspondencia.
Por primera vez en mucho tiempo —el curso pasado se vio truncado a los cinco minutos—, Boston tiene una obligación adquirida por el superlativo nivel baloncestístico de su plantilla. En campañas recientes, los verdes eran esa historia que gustaba contar por el valor de la hazaña; lo que los anglosajones llaman ‘underdog‘. Nadie contaban con ellos, pero allí estaban luchando por encima de sus posibilidades reales durante los últimos compases de la temporada.
Esos tiempos en los que la unión de la palabra «sorpresa» con el nombre de los Celtics era irrompible han dado paso a un nuevo enlace con la temida «decepción» cuando todos pensábamos que ese lugar sería ocupado por «éxito». Afortunadamente, aún queda mucho y el momento en el que las leyendas dan un paso adelante todavía está lejano en el calendario. Eso sí, las dudas son completamente lícitas.
Por cambiar un poco el discurso y entrar en un terreno que se acerca peligrosamente al perjurio, hay que echar un vistazo a la figura de Brad Stevens en estos tiempos de poca bonanza. Antes de que alguno deje de leer porque me considere un pecador sin remedio, no voy a atizar al técnico de Boston ni a pedir su despido fulminante como algún impaciente en las redes sociales. Esto es una simple teoría para intentar desgranar la situación actual.
Recapitulando la trayectoria de Stevens en los banquillos, hay un factor común muy evidente en cada uno de sus pasos hasta la fecha. Primero llevó a una universidad modesta como Butler a dos subcampeonatos nacionales con proyectos mucho menos ambiciosos que los habituales gigantes de la NCAA. Después, tras un primer curso de adaptación, ha ido metiendo a los Celtics en una élite que no se ajustaba a los jugadores con los que contaba. En resumen, un Rey Midas de los banquillos que utilizaba las expectativas más conservadoras para sonarse la nariz.
Ahora bien, Stevens cuenta en estos momentos con un roster teóricamente excepcional que muchos compañeros de profesión envidian cada día. Mucho hay que engañarse a uno mismo para calificar la campaña de los Celtics como buena en este momento. Algunos jugadores no están respondiendo a lo que se espera de ellos, pero también hay un problema evidente en cuanto a la gestión de roles e, incluso, sistemas en ambos lados de la cancha que no llegan a funcionar. Y ahí sí hay que responsabilizar al técnico en cierta medida.
A Boston se le exige mucho más que cuando Stevens tomó las riendas del equipo. La urgencia y las expectativas que se manejaban para este año son desconocidas para el entrenador natural de Indiana, y es ahora cuando debe demostrar que es uno de los mejores técnicos de la competición. Unos saben sacar partido de lo más mínimo para hacerse sitio; otros solo funcionan cuando sus equipos están atiborrados de calidad, y luego está Jason Kidd. Stevens ha demostrado de sobra el primer punto y ahora tiene una oportunidad dorada para confirmarse también en el segundo y ocupar su lugar legítimo. Saquemos el talento de la sombra de la sospecha.
Los Celtics tiran del oso
De nuevo y para introducir este apartado, hay que volver a repetir lo evidente. Los Celtics no están bien. El equipo navega entre la mediocridad y no da ningún tipo de seguridad a la hora de poner pie en la cancha. Cualquiera les puede pintar la cara en según que ocasión, y los grandes parecen estar un escalón por encima. Todo mal. Como de aquellos barros vienen estos lodos, tal es la situación de Boston que ahora vemos a Guerschon Yabusele en ciertos momentos en pista.
Nada podía indicar el mal rumbo más claramente. Aunque podría escribir algo más largo y mucho más bonito sobre las elecciones capilares del jugador francés, hay que hablar del trabajo que le da de comer (y suponemos que bastante bien). Siendo sinceros, toca reconocer que el «Oso Bailarín» no está desentonando para nada en las oportunidades que le está brindando Stevens. Visto el nivel general del equipo tampoco sería decir mucho, pero lo cierto es que Yabusele ha caído de pie en la rotación del entrenador de los Celtics.
En la mini-gira por el Oeste con un récord de 1-2 para Boston, tuvo especial presencia en la victoria con remontada incluida en Memphis. Tan solo aportó tres puntos en 16 minutos de juego, no obstante, fue un buen complemento para que los Celtics obrasen una nueva épica. Tampoco tuvo una mala aparición en Houston, pero Stevens lo relegó al banquillo pronto y no volvió a contar con él en todo el partido.
A Yabusele le queda mucho terreno para hacerse un hueco en la liga (inserte chiste de culos), pero a veces es agradable ver como caras menos conocidas luchan por un puesto que en condiciones normales nunca obtendrán. Además, desde el punto de vista meramente cómico, ver al francés pululando por la pista, haciendo cinco faltas en tres minutos y celebrando cada acción como un niño es bastante gustoso. También preferimos que vuelva Aron Baynes, que tampoco somos masoquistas.
Silencio tramposo
Ya avisaron a todo tipo de navegantes en la temporada anterior, pero se vuelve a cometer el mismo error. Cuando se habla de los equipos de la Conferencie Este, vemos el discurso de Raptors, Bucks, Sixers y Celtics por un lado, y Bulls, Wizards y Knicks en el otro como objeto de bufa. Pero hay un nombre que se nos olvida de manera habitual y que se ha ganado su sitio en el primer grupo sin hacer ruido. ¿Por qué nadie habla de los Indiana Pacers?
En el momento de publicación de estas líneas, el cuadro dirigido por Nate McMillan figura tercer del Este con un genial récord de 25-12 y a dos victorias de la cabeza. Poca broma. Los Pacers ya fueron una grata sorpresa cuando el curso pasado pasaron de apuesta segura para lotería del Draft a llevar a los Cavaliers de LeBron James a siete partidos en Playoffs. Mira que nos avisaron, y seguimos sin decir nada.
El nombre que más resalta es claramente el de Victor Oladipo, pero el crecimiento de su figura durante de la pasada campaña está haciendo obviar a un reparto de secundarios de muchas garantías. Bojan Bogdanovic, Domantas Sabonis, Darren Collison, Myles Turner, Thaddeus Young y Tyreke Evans son figuras que respaldan a un proyecto que ha crecido a una velocidad vertiginosa en las recientes temporadas y que tiene que tenerse muy en cuenta en la Conferencia. Equipo peligroso donde los haya que merece mucha más atención.