El contenido de la nueva edición de esta infame sección es una obviedad de importantes dimensiones. Es más, discutir este tema no debería ser necesario. La vicisitud del momento hace que tenga que ocupar un lugar precioso que podría haber sido destinado a un estudio comparativo que dilucidara cuál es el mejor equipo de la historia de la NBA, una estrategia pormenorizada para que los Boston Celtics no pierdan un partido en lo que resta de temporada, o una tesis doctoral que explicara de una vez por todas cómo toman las decisiones los New York Knicks. Creedme, todos estos temas estaban ya preparados, pero la actualidad manda y he tenido que destruirlos. En su lugar, estas líneas versarán sobre Kyrie Irving.


En efecto, tener que reivindicar a estas alturas a un jugador de su talla no parece algo innovador. Múltiples veces seleccionado para el All-Star Game, tercer mejor quinteto del año en 2015, campeón de la NBA con un triple para la posteridad… no parece un currículum para ser cuestionado. No obstante y por tercera semana consecutiva, toca recordar que el talento está bajo sospecha. Que si Kyrie Irving no defiende, que si no tiene madera para ser la cara visible de un proyecto ganador, que si solo aparece en los highlights, e incluso que osó a poner en entredicho la forma de la Tierra.

El base de los Celtics está en boca de muchos, pero no llega a salir en una conversación que se mantiene en el piso de arriba bajo las siglas MVP; ese reservado a las figuras dominantes de la liga. A día de hoy, la dirección ejecutiva de esta prestigiosa agencia corre a cargo de un extraterrestre que dice ser griego y un tipo con barba. Giannis Antetokounmpo y James Harden son los máximos candidatos para el galardón a mejor jugador del año merecidamente, pero hay vida más allá de los monstruosos números de las estrellas de Bucks y Rockets.

En la sala de reuniones, esperando la llamada de los jefes, varios de los candidatos a ascender enseñan sus tarjetas de visita. Las comparaciones son inevitables y la tensión es claramente palpable. Ahí está un Joel Embiid que presume con el color hueso y la fuente de su identificación, Stephen Curry ha optado por el tono cáscara de huevo y una letra aún más espectacular, Paul George tira de relieve y un color nimbo pálido. Mientras, Kawhi Leonard es demasiado tímido para enseñar su tarjeta y Nikola Jokic aún está desayunando.

Y ahí, entre la parte noble del campeonato, debería estar Kyrie Irving presumiendo de la mejor temporada de su carrera. 23.5 puntos por partido, 6.9 asistencias, casi dos robos, y unos porcentajes de acierto del 50% en tiros de campo y 41% desde el triple. Suficiente para que la estrella de los Celtics pueda ser considerado entre la competencia feroz por puesto de director en MVP & Asociados.

Desgraciadamente, pese a que los números lo abalan, a Kyrie Irving todavía no le dejan sentarse en la sala de juntas porque su equipo de trabajo no está dando los resultados esperados. Boston no está protagonizando titulares por su éxito. Más bien, la tónica habitual de la discusión es la tremenda irregularidad del cuadro dirigido por Brad Stevens. Tan solo Paul George está en la pugna (si imaginamos que Giannis y Harden van a bajar prestaciones) con un récord grupal muy similar al de los Celtics.

Si la temporada estuviera discurriendo por el camino que se esperaba, Boston debería estar entre los equipos mejor clasificados y Kyrie Irving estaría mucho más arriba en una lista de candidatos en la que apenas aparece. Por dar un ejemplo aunque no sea del todo fiable, en la ‘KIA MVP Ladder’ que publica la web oficial de la NBA, el ex de los Cavaliers no aparece ni siquiera entre los diez máximos favoritos al premio. Algo indudablemente extraño dado el nivel del base y sus recientes actuaciones decantando la balanza de partidos complicados para los Celtics.

El posible futuro éxito de Irving en esta particular competencia no va a depender solo de su labor individual en lo que resta de campaña. Si los resultados del equipo no acompañan, su candidatura seguirá perdiendo enteros mientras otros se llevan todo el cariño de las altas esferas. Si Boston llega al lugar que se le presupone, no habría que volver a recurrir a algo tan estúpido e innecesario como reivindicar a Kyrie. Mientras tanto, aquí ponemos nuestro grano de arena.

 

Vuelve el martillo

 

Aron Baynes y Kyrie Irving

Los Boston Celtics necesitaban la vuelta de Aron Baynes a la pista.

A menudo, muchos jugadores caen en un vacío de indiferencia por no llenar la tabla estadística. Para muchos, solo importan los números aunque ver y analizar los partidos diga infinitamente más. Este es, por ejemplo, el caso que lleva viviendo Marcus Smart muchos años. No obstante, no es el único en la plantilla de los Celtics. Recientemente, una de las piezas más importantes del conjunto verde ha regresado a la disciplina, y los resultados no han tardado en hacerse notar.

Aron Baynes es un pilar básico en el esquema de Brad Stevens; sobre todo en el costado defensivo. Su retorno tras la lesión en una mano ha vuelto a aliviar a un equipo que echaba en falta esa presencia interior que no sobrecargara a un tocado Al Horford y pudiera valerse por sí mismo como referente bajo el propio aro. Un auténtico martillo, y no solo por lo que nos comentó Tommy Heinsohn sobre su anatomía hace algún tiempo.

El sacrificio del australiano es máximo. No le importa poner su cuerpo a disposición del grupo aunque le pueda costar el físico y algún que otro póster. En el fondo, esto último no ocurre tantas veces como nos hacen creer. Hacer un mate por encima de Baynes es más difícil que colarle un pase por debajo de las piernas si obedecemos a lo que dijo nuestro querido Tommy. En todo hogar hace falta un martillo para alguna chapucilla.

 

Bobin, Boban, cada día te quiero más

 

Antes de empezar con la temática en cuestión, tengo que volver a pedir perdón una semana más por el titular del epígrafe. La presión interna para que publique este tipo de frases es grande y, además, no voy a negar que me encanta. Al que se sienta ofendido, que seguro que alguno habrá, mi más sinceras disculpas.

Para el que no haya captado el ingenioso juego de palabras que os he vuelto a brindar de manera gratuita, el habitual apartado de NBA general tiene hoy como protagonista a Boban Marjanovic. Pocos jugadores en la liga pueden presumir de un carisma similar al del gigante serbio. Sus 2,22 metros de altura y sus mates sin levantar los pies del parqué ya son significativos, pero no conforme con eso ha dejado fluir su vis cómica.

Todo el que siga baloncesto NBA asiduamente sabe quién es Marjanovic, pero casi nadie puede decir si ha jugado o cuáles son sus números. Ahí está la magia del grandullón. Verlo bailar en los calentamientos antes de los partidos es una delicia para todos los sentidos, pero tampoco se corta durante el trascurso del juego. Es difícil de olvidar cuando elevó el balón sobre su mano hacia el cielo haciendo parecer un infante a Anthony Davis. No precisamente a Isaiah Thomas.

Tal es la repercusión del serbio, que de manera casi instantánea ha dado el salto a Hollywood. Marjanovic aparecerá en la tercera parte de la genial saga de John Wick (junto a su papel de Shane «Pasitos» Falco en ‘Equipo a la fuerza‘, los únicos trabajos que importan de Keanu Reeves) y en el primer tráiler de la película ya hemos podido ver un rápido avance de su escena con el protagonista introduciéndole un libro en la boca. En otro orden de cosas y por si fuera poco, también se puede ver a John Wick montado a caballo por una calle pegando tiros. Deme cinco entradas, por favor. Esperemos que el estreno del filme haga replantearse a ciertos directivos quién debe protagonizar Space Jam 2.