Todo cambia de manera vertiginosa cuando se hace un click importante en la vida y que cambia la perspectiva 180 grados. Los Boston Celtics lo necesitaban si querían tener futuro y lo han hecho. ¿Cuál es el techo?

Boston Celtics y la mediocridad hecha juego

Udoka y Tatum

A principio de la temporada Ime Udoka había prometido un equipo duro en defensa, que se pasara la pelota y se moviera en ataque, apartándose de la media distancia y el aclarado.

Los primeros tres meses de temporada, demostraron que muchas de las cosas que había criticado de manera abierta a Brad Stevens se seguían replicando, sobre todo, de su estrella principal, Jayson Tatum, quien atravesaba su peor año con el tiro y no parecía claudicar en su afán de utilizar la media distancia y el ISO como fuentes primarias de su ofensiva.

Para colmo, los problemas de salud continuaron en el mes de diciembre con muchas bajas por COVID-19, búsqueda de identidad de juego e interrogantes sobre si el personal con el que se contaba era el adecuado para lo que se quería ejecutar.

Las perspectivas antes del campeonato eran halagüeñas, los pronósticos daban a los Boston Celtics entre la sexta posición en la versión pesimista y en la cuarta como la más optimista. El inicio no fue el mejor, lo único positivo que se pudo rescatar era la defensa, que salvo los primeros seis juegos siempre mantuvo su nivel de elite.

El gran problema de los Celtics pasaba por la ofensiva. Marcus Smart no oficiaba de base todo el tiempo que tenía que hacerlo, porque Dennis Schroder cargaba muchas veces con él y cuando compartían cancha (demasiado tiempo cuando estaba demostrado que no funcionaba) era el alemán quien absorbía el útil en sus manos.

Josh Richardson era de las pocas buena noticias de los primeros meses de la era Udoka. El ex Mavs, aportaba lanzamiento de tres, buena defensa y una alternativa ante la carencia de gol de los verdes.

Jaylen Brown después de un inicio fulgurante, tuvo una lesión muscular que lo dejó en el dique seco durante un tiempo y a su retorno se lo notó conservador al de exponerse a la transición o a la hora de tener que forzar la maquinaria física.

Grant Williams era el único jugador de la banca junto a Richardson que rendían de manera regular, pero no alcanzaba para obtener victorias.

A fines de diciembre, luego del paso de la ola de COVID-19 en la que hubo participación de jugadores como Joe Johnson entre otros, se empezaron a ver los primeros indicios del cambio sobre todo en ofensiva, y la victoria vs Suns marcó el primer mojón de cambio.

No fue suficiente. Pese a la mejora y al recorte de rotación realizado por el entrenador, los Celtics seguían naufragando el clutch, en los caminos de la ofensiva y cayendo ante equipos que estaban muy por debajo de su nivel.

Derrotas ante Spurs en el cierre, ventajas desperdiciadas sin sentido ante los Knicks o tropiezos de local ante Portland. colmaron la paciencia de todos.

Lo más grave era ver las mismas red flag que observamos en los últimos tiempos, falta de intensidad, de carácter, decisiones individuales criticables y una carencia de regularidad ofensiva alarmante en una ataque que lo hacía por turnos y con arrestos individuales.

El 6 de enero los Boston Celtics derrotaron a los Knicks e iniciaron su periplo de cambio de menor a mayor, consolidado por una rotación en la que se ajustaron alineaciones y fueron acompañados por un calendario más benévolo.

El Rubicón de la temporada

El primer cambio fundamental vino de la mano de la salud. Los Boston Celtics por primera vez en mucho tiempo pudieron mantener su alta rotación en cancha de manera consecutiva por más de 10 partidos.

Con la consolidación de los jugadores y su tiempo en cancha, vino el empezar a creer en lo que se hacía, sobre todo en ataque. Desde el partido con Suns, hubo una intención más clara de mover el balón en busca, no del tiro correcto, sino del mejor tiro.

Udoka además optimizó el tiempo en cancha de varios jugadores y empezó a limitar el tiempo de otros. Dennis Schroder fue separado paulatinamente de los minutos con Smart y se le requirió que acelerara el tiempo de las transiciones.

El siguiente punto fue la modificación en la posición de Robert Williams, que pasó a ocuparse del alero no tirador y a cerrar las rotaciones en la pintura como finalizador defensivo con Al Horford o Grant Williams encargándose del grande.

Si la defensa de los Boston Celtics era buena, esta modificación la llevó a un punto de elite, solo vista por los Warriors del 2017 desde el impacto numérico, decantando también en la posibilidad de correr más y encontrar ataque desde la defensa.

Jayson Tatum, que no venía teniendo un año bueno desde el lanzamiento ajustó su carta de tiro, abandonando la media distancia en detrimento de atacar la pintura. Además, sus porcentajes de triple dieron un salto pasando de 30% (el más bajo de su carrera) al 37.8% desde el 1 de enero.

Todos los números del ex Duke se optimizaron y consolidaron, desde el mayor volumen de asistencias, los tipos de lanzamientos tomados, los rebotes y sus porcentajes de tiro de larga distancia.

Es para ponderar y valorar este cambio estadístico, pero el gran salto adelante del alero pasó por la comprensión de lo qué ocurría en la ofensiva y cómo la decisiones que debía tomar involucraban más a sus compañeros que a la cantidad de tiempos en situaciones uno vs uno y aclarados en media distancia.

El Jayson Tatum que forzaba situaciones y terminaba picándose la pelota en el pie, desapareció en beneficio del Tatum de cabeza levantada y de desprendimiento rápido del balón hacia las esquinas o su rol como bloqueador y jugador off ball.

Esto también ocurrió con Jaylen Brown, que pese a tener una recaída en cuento a su tiro, empezó a oficiar más como facilitador de juego, colapsando la pintura y asistiendo al grande o a los tiradores en las esquinas.

Las victorias ayudaron a tomar una decisión agresiva por Brad Stevens en la dead line repatriando a Theis y liberando espacio en la rotación con la salida de Langford, Richardson y Freedom.

La llegada de Derrick White, dio el siguiente salto en ofensiva, más que nada en fluidez y lectura del tiro correcto. Pese a que su capacidad de lanzamiento sigue siendo algo preocupante, el ex San Antonio, maximizó la ofensiva de pase y agregó otro ladrillo a la pared defensiva.

La puerta quedó abierta a Payton Pritchard en la segunda unidad y su conexión con Jayson Tatum se volvió un alivio para desatascar los momentos de doblaje al alero. Udoka le dio tiempo de cancha y el ex Oregon retribuyó con esfuerzo detrás y efectividad de 7.25 mts.

Los Boston Celtics en este 2022 pasaron de naufragar el puesto 11 a estar a un solo juego de la punta, en uno de los regresos más increíbles que se recuerden en los últimos tiempos. A nueve juegos del final de la temporada regular, el pico de rendimiento está encontrando su punto de velocidad crucero y ni los sueños más húmedos del aficionado verde esperaba esto tras el colapso inicial.

Desde lo numérico la cuestión es mucho más impactante este 2022: Primeros en ratio defensivo, Primeros en ratio ofensivo desde el parate del Juego de las Estrellas, Primeros en net rating con +12.6, séptimos en ratio de asistencia post All Star, quintos en asistencias (27.3) y así podríamos seguir.

La curiosidad pasa por su ritmo de juego, que es de los más bajos del la liga (96 posesiones), pero es un indicativo claro de que el balón se mueve más en estacionado y se usa más tiempo para tomar el mejor disparo (en el podcast nos explayamos sobre este punto).

De cara a lo que viene, solo queda ponderar la salud y el descanso de los jugadores, mejorar en la cantidad de veces que se va a la línea de tiros libres (sigue siendo muy baja) e ir afilando el temple para la parte más importante de la temporada, en uno de los Estes más difíciles y complicados de los últimos tiempos.