Ganar, ganar y volver a ganar. Claro y conciso. En el fondo, todo consiste en alcanzar ese fin último. Cada deportista, cada entrenador, cada directivo e incluso cada aguador busca la victoria con todo lo que está en su mano dentro de unos márgenes legales. A veces ni eso. El que diga lo contrario, miente. El que se conforme con menos, no es digno. No solo los que se visten de corto quieren tocar el cielo. Nosotros, como aficionados, queremos ser felices al menos durante esos días de euforia cuando nuestro equipo está en lo más alto. Que nadie nos diga nada cuando la cosa se tuerce.
Esta bipolaridad es aún más acentuada cuando se habla de la NBA. Ni los Golden State Warriors han ganado siempre, ni lo harán por 50 años más. Siento romper la magia a los que no conocen otra realidad. Precisamente ahí reside la magia del baloncesto norteamericano. Por poner un ejemplo que conozcamos todos, los Boston Celtics son la franquicia más laureada de la competición, y vaya si han vivido largas épocas de sequía. Desafortunadamente, y aunque se intente por todos los medios, ganar eternamente no es una posibilidad.
¿A qué viene este sermón si la temporada acaba de empezar y los verdes marchan viento en popa? Principalmente, no me gustan los extremos. Ni ahora con seis victorias consecutivas todo es luz, ni antes, cuando los Celtics estaban abonados a la derrota, todo era oscuridad. Pese a la tragedia en forma de lesión de Gordon Hayward, Brad Stevens parece estar tocando las teclas adecuadas de un plantel recién estrenado. Todos contentos; ahora sí que sí. Estrellas contrastadas que están correspondiendo a las expectativas, una camada de jóvenes que las están superando, y jugadores procedentes de Europa que parecen veteranos en su paso por Estados Unidos. Los aficionados a los Celtics ahora disfrutan.
Irremediablemente, hay algo que sorprende. ¿Acaso cuando la plantilla de la temporada pasada acabó en la primera posición de la Conferencia Este fue para menos? ¿No se disfrutó? ¿Su manera de jugar y de ganar en la mayoría de los partidos era menos válida? Siempre es fascinante cómo para ensalzar algo se procede a la demolición de otro punto no necesariamente opuesto. Según las últimas noticias, la NBA sigue premiando a los que ganan. Los que juegan bonito o acorde a la tradición de sus respectivas franquicias puede que tengan otro tipo de reconocimiento, pero no el trofeo Larry O’Brien, que en definitiva, es de lo que trata todo este jaleo.
La labor de cada entrenador es conseguir los mejores resultados con lo que tiene encima de la mesa. No queda otra que adaptarse. Así lo hizo Brad Stevens cuando contaba con Isaiah Thomas, Avery Bradley y Jae Crowder, y del mismo lo hace ahora con Kyrie Irving, Al Horford, Jaylen Brown y Jayson Tatum. Puede que el plan de acción presente guste más, pero demandar que siempre sea el mismo es algo osado. Cabe recordar que solo cuatro jugadores del plantel de la campaña pasada han repetido con la camiseta de los Celtics en la temporada que acaba de dar sus primeros pasos. El cambio era un proceso lógico. Las piezas no encajan de la misma forma con acompañamientos diferentes.
En estos compases iniciales se está defendiendo y reboteando mejor. Irving no es Thomas —el ex de los Cavaliers está sorprendiendo en esta primera faceta—, y por encima de todas las cosas, Aron Baynes no es Kelly Olynyk ni mucho menos Tyler Zeller. El ascenso de Brown y el aterrizaje de Tatum también suponen razones de peso para esta mejoría. Y qué me dicen del subidón de Terry Rozier o el impacto instantáneo de Daniel Theis y Semi Ojeleye. Todos están contribuyendo a recordarnos ese aroma añejo a los Celtics; esos que llenaron el techo del TD Garden. Defensa, velocidad y movimiento de balón. Ahora es una realidad, hasta hace poco era casi una utopía.
Hablar de tradición cuando el baloncesto ha cambiado tanto en las pasadas temporadas esta cada vez más obsoleto. Los Warriors de Wilt Chamberlain no jugaban de la misma forma que los actuales, los Cavaliers han sido infinita y lógicamente diferentes cuando han contado con LeBron James, Olajuwon no se hartaba a lanzar triples como los Rockets de hoy, y los Bulls sin Jordan… bueno, no necesito seguir. Si tienes unas determinadas armas en tu arsenal, tendrás que acoplarte a ellas cuanto más grandes sean.
El equipo es joven y es arriesgado pensar que la tónica va a ser la misma que en estos últimos seis partidos. Esperemos no tener que hablar en demasía del temido rookie wall. El rendimiento y la efectividad pueden bajar en determinados puntos a lo largo del curso, pero, al menos, parece que la idea de Stevens ha calado en los integrantes de su plantilla. El ejemplo más claro lo forma Irving, que parece haber entendido perfectamente qué se espera de él y cómo puede ayudar al máximo a los Celtics.
Todos los aficionados de Boston darían riñones y demás partes para contar con las reencarnaciones de Bird, McHale y Parish y así volver a disfrutar de esos Celtics de la década de los 80. Hasta nuevo aviso, eso no va a ser posible. Desde que llegara a Massachusetts, Brad Stevens se ha tenido que ganar el pan con plantillas muy dispares en la que los jugadores apenas duraban un mes a sus órdenes. Eran tiempos de revolución, pero el entrenador correspondía con mejores resultados de los que hasta sus jefes esperaban. Ahora parece que ya se ha encontrado lo que se buscaba. El estilo de juego comienza a tener una forma definida. No obstante, hay una cosa segura. Si el cuerpo técnico idea otro plan que se traduzca en más victorias, no temblará el pulso en cambiar el paso. Lo importante, como siempre lo ha sido, es que ganen los Celtics.
Fuente y foto: NBA Stats