Aunque autoreferenciarse es como masturbarse pero sintiendo vergüenza en lugar de gustirrinín al acabar, hoy estoy obligado a ello. Justo antes de comenzar esta temporada escribí este artículo sobre Gordon Hayward en el que hablaba de la situación del ex-Butler, mencionando que su rendimiento era sobre del que más dependía la temporada de los Boston Celtics; y abriendo una puerta a su posible salida apenas dos cursos después de su firma.

Tras casi un mes de competición, creo que es hora de volver a dar un par de vueltas a la situación.


 

Gordon Hayward arrancó su décima temporada en la NBA liderando a unos Boston Celtics que tienen el mejor récord y diferencial de puntos (7.9) de la liga. Sus 18.9 puntos, 7.1 rebotes y 4.1 asistencias por partido son justo el rendimiento que se esperaba del jugador cuando se le firmó el verano de 2017 con un contrato máximo.

El problema es que este rendimiento llega dos años tarde y en un equipo en el que, si bien comparte la misma edad que la otra estrella, Kemba Walker, está una generación por delante de los jugadores sobre los que se asienta el proyecto, Jayson Tatum y Jaylen Brown…. y además comparte posición con ellos.

Hasta el partido contra los San Antonio Spurs, cuando los Boston Celtics pudieron al fin ganar en una cancha que se les llevaba resistiendo desde el año 2011, el debate entre los aficionados de los Orgullosos Verdes volvía a ser si Danny Ainge debía mantener el bloque de un equipo que estaba funcionando a las mil maravillas o bien traspasar al alero de Indiana, ahora que había demostrado que podía volver a jugar a un gran nivel, a cambio de un interior que no solo cubriese las evidentes carencias del equipo en ese costado sino que encajase mejor la ventana de edad marcada por Jayson Tatum y Marcus Smart.

Luego pasó esto

 

Lo que parecía una lesión grave se ha quedado en una operación y unas seis semanas de baja, lo que podría trasladarse fácilmente en unos dos meses sin Gordon Hayward – dado que siempre le ha costado recuperar su ritmo habitual tras lesión. Esos dos meses significaría alcanzar el cierre del mercado de traspasos y buena suerte ahí vendiendo las virtudes de un jugador que ha sufrido dos grandes lesiones en dos años naturales.

Con aún 66,8 millones de dólares por cobrar en su contrato, su salario encaja perfectamente para realizar un traspaso con el largamente ansiado Steven Adams y había hasta algún politoxicómano en twitter que hablaba de otras opciones como Blake Griffin o Andre Drummond.

Más allá de eso, el mercado de jugadores interiores que hay a día de hoy en la NBA es poco más que un erial y ¿de verdad necesitan los Boston Celtics de un jugador interior?

La respuesta rápida es sí, la larga es «bueh, yo me lo estoy pasando bastante bien«.

 

Hablemos de tarugos

Cuando tus mejores jugadores interiores son un alemán bajito y sin meniscos, un disidente turco y un chaval que salta a taponar los tiros de media distancia de Ben Simmons (Spoiler: no los va a meter, no saltes, cojones), decir que no necesitas otro jugador interior es como si la izquierda española mira el panorama actual y dice que lo que necesitan es otro partido más.

El equipo solo coge 53.6 rebotes por partido – el décimo peor registro de la NBA, lo que significa que capturan un 47,2 % de todos los disponibles – segundo peor guarismo en la liga. Así que sí, alguien con manos y que no se asuste del balón cuando golpea el aro (si no querías palos no haberte ido a Philly) podría ser de utilidad… y se da la casualidad de que Enes Kanter acaba de salir de lesión, lo que sin duda ayudará a crecer el porcentaje de rebotes de los Boston Celtics en la misma medida que bajará el de victorias.

Por otro lado, donde más problemas debería estar causando esta ausencia de tamaño es en la defensa pero entre el buen hacer de los jugadores perimetrales en las ayudas y un Marcus Smart jugando a nivel DPOY, están limitando a los jugadores interiores rivales a un 40 % de acierto en tiros.

 

 

Si sumamos la falta de interiores con talento en el mercado al buen rendimiento de Gordon Hayward y le añadimos que los Boston Celtics vuelven a ser un equipo que no avergüenza a sus aficionados, ¿para qué tocar nada?