Semana en la que los Boston Celtics se enfrentaban a tres equipos de nivel inferior, y que termina con un balance de 1-2, con victoria ante los Cavaliers, y derrotas dolorosas ante ambos equipos de Los Ángeles. El equipo de Brad Stevens vuelve a decepcionar tras un inicio de año que levantaba las esperanzas. El parón del All-Star se acerca cual oasis en el desierto, que los jugadores y el cuerpo técnico deberán aprovechar para coger carrerilla a unos Playoffs que se esperan con ansias, para bien o para mal.
El camino se está haciendo largo
Pido perdón de antemano por si este apartado queda demasiado subjetivo, incluso exagerado, pero es que las últimas dos derrotas han sido las más dolorosas de la temporada. He intentando retrasar lo máximo posible la redacción de estas líneas para, con poco resultado, enfriar mi acalorada cabeza, pero llegado el momento de hacerlo, sigo cabreado y confuso, a ver si al final de este apartado cambia mi situación.
Beaten by L.A.
El famoso eslogan que la ciudad de Boston proclama, y que casi todos sus equipos cumplen con creces, se evaporizó esta semana tras sendos fracasos contra los equipos de la ciudad del lujo y el glamour. Y si bien una derrota siempre duele, cuando te ganan los Lakers duele más, y si lo hacen tras liderar el partido por más de 20 puntos (28 contra los Clippers), y tras mostrar una superioridad deportiva innegable, el dolor se convierte en rabia, la rabia da órdenes a tu cerebro, y esas órdenes se convierten en el dorso de tu mano dolorido por pagar el pato contra el mueble que te quede más cerca (perdona querido sofá, no te lo merecías).
Ese equipo que venía como un tiro desde noviembre, volvió a decepcionar a unos niveles que no se deberían permitir a un grupo de tanto calibre, si bien el hecho de tener tan altas expectativas está claro que no ayuda. Los ánimos no son los mejores, se nota, y tras el partido contra Clippers, volvieron los fantasmas de declaraciones pasadas, esta vez de boca de un Marcus Morris que no suele guardarse sus pensamientos con mesura y precaución, y que puso los puntos sobre las íes de forma muy clara y contundente:
«Cuando miro a este equipo solo veo un puñado de individuos. Veo a todo el mundo en la liga pasárselo bien, pero a nosotros no. No ha sido divertido desde hace tiempo. Veo a todos estos equipos y sus jugadores de pie en el banquillo… disfrutando de todo, están jugando juntos y están jugando para ganar. Y cuando nos miro a nosotros solo veo un grupo de personas, no a un equipo«.
«Vamos a perder partidos, es algo normal, pero no tenemos actitud, no somos duros, no lo estamos pasando bien. Está siendo una temporada larga».
Los Celtics, un equipo sin corazón
El gemelo expresa con sus declaraciones un sentimiento que nos viene preocupando a los más paranoicos desde bien empezada la temporada. El conjunto más talentoso que ha pasado por Boston en años demuestra tener menos química que el agua y el aceite, no se encuentran a gusto unos con otros, no consiguen ponerse de acuerdo para estar en la misma página, y el resultado es ese, un grupo de personas que juega al baloncesto, que trabajan juntas, pero que no consiguen conectar.
No consiguen conectar entre ellos, y no consiguen conectar con un aficionado que echa de menos a esos equipos cortos en talento pero sobrados de corazón. Que perdían (y mucho), pero que nunca te dejaban esa sensación de no poder llamar a tu equipo E–Q–U–I–P–O.
Danny Ainge ha conseguido juntar a un muy buen grupo de jugadores, pero para formar a un campeón la sinergia juega un papel muy importante, y el talento no lo compensa todo.
El juego de las culpas
En el TD Garden, cuando juegan los Celtics, se aglomeran una serie de dinámicas que, juntas, forman un cóctel de aguardiente y absenta que te hacen remover con una cerilla encendida.
Veteranos que quieren hacer de líderes y no saben, entrenadores inexpertos que ya no están bajo el radar, un grupo de jóvenes con potencial de estrella que busca su sitio en la liga, personas que están peleando por su siguiente contrato, estrellas que quieren renacer y volver a ser lo que eran… y todo eso con el buitre de las altas expectativas volando en círculos cada vez más y más cerca del bonito parqué.
En ese batiburrillo de dinámicas, alguien tiene que ceder, pero si los egoísmos ganan todo se va al garete. En los Celtics están ganando los egos, nadie cede. No pongo en duda que todos tengan el mismo objetivo, ganar, pero cada uno lo quiere hacer a su manera. En un contender no todos pueden llevar la voz cantante, todos tienen que sacrificarse por la meta común, sabiendo que el premio final compensará una temporada difícil individualmente.
Brad Stevens tiene parte de la culpa. Como entrenador siempre ha sido de los que se ganan el respeto hablando, convenciendo con argumentos, sin imponer las cosas por el simple hecho de ostentar el poder. Hasta hoy esa táctica ha funcionado, si los jugadores están dispuestos, si el equipo tiene la actitud correcta, las formas de Stevens son ideales, pero cuando no se dan los ingredientes precisos, se necesita una figura de autoridad que ponga a todo el mundo en su sitio, y parece que el entrenador de los Celtics no está sabiendo hacerlo.
Pero la mayor parte de esta tarta corresponde a los jugadores, y es que sin sus cesiones, sin su voluntad, poco se puede hacer. La temporada se está haciendo muy larga, y realmente lo extradeportivo se está llevando las ganas que tanto afloraban en el inicio. Como comentó por redes sociales (cómo no), Javier R. Rodríguez, lo mejor es que lleguen pronto los Playoffs y que sea lo que tenga que ser. Quizás la postemporada arregle los problemas que 82 partidos no han podido.
Por cierto, sigo cabreado, aunque no tan confuso.
Pescando en río revuelto
Los Boston Celtics solo realizaron un movimiento en la pasada trade deadline. Se deshicieron de Jabari Bird enviándolo a Atlanta junto con dinero (en principio el suficiente como para cubrir su salario), por una segunda ronda de los Hawks protegida top-55. Lo que viene a ser un favor de los de Georgia, que han cortado al jugador inmediatamente y nos han permitido crear un hueco en la plantilla. Y ahora toca tirar la caña, ¿qué se puede conseguir en el mercado de agentes libres?
Con dos opciones apetecibles fuera de nuestro alcance (Wesley Matthews se irá a los Pacers y Wayne Ellington a los Pistons), Danny Ainge y la gerencia de los Celtics se encuentran con un mercado con cierto potencial, pero corto en cuanto a activos disponibles.
Si el equipo quiere algún exterior que apuntale la organización y le aporte un buen impulso desde el banquillo, jugadores como Jeremy Lin y Milos Teodosic podrían estar disponibles. El europeo ya ha sido oficialmente cortado por los Clippers, pero parece que sus deseos se centran en volver a un equipo de Euroliga, si cambia de opinión, su habilidad de pase y buen tiro serían una óptima solución a ciertos problemas que los Celtics tienen con los reservas. En cuanto al de los Hawks, su contrato aún no ha sido cortado, pero según fuentes cercanas a la franquicia se podría llegar a un acuerdo si el jugador lo solicita.
Asumiendo que en las alas todo está más que cubierto, los Celtics podrían querer algún jugador que refuerce su juego interior. La lesión de Aron Baynes ha demostrado lo débil que es la pintura de Stevens, y en el mercado hay disponibles varias piezas que pueden ser interesantes.
Mi preferido en este caso es Robin Lopez. El de los Bulls parece que quiere irse lejos de la ciudad del viento, pero todavía no es seguro que el equipo lo corte. Una pieza de este estilo podría ayudar mucho a la segunda unidad, sobre todo si siguen los problemas con las lesiones. Otros jugadores que podrían estar disponibles para la pintura son Marcin Gortat, Dewayne Dedmon, Enes Kanter o Frank Kaminsky. También cabría otra opción más romántica, que sería juntar a los hermanos Morris de nuevo, aunque parece una opción poco realista.
No hay ningún fuego artificial, obviamente, pero los Celtics pueden encontrar algo útil entre los restos de la deadline. Sus dos problemas principales son las oportunidades y el tipo de contrato que quieran ofrecer. Normalmente los jugadores cortados buscan dos tipos de situaciones: muchos minutos para inflar números y buscar un contrato en verano, o la oportunidad de ganar un anillo. El equipo de Stevens está muy lejos de considerarse cerca de ganar nada, y sus rotaciones no dejan muchos minutos libres.
En cuanto al contrato, es probable que Ainge quiera conseguir a algún jugador que firme por dos años por la MLE, con el objetivo de convertirlo en un activo más para un traspaso en verano. Esto hace complicada cualquier contratación, ya que los agentes libres de este estilo, como norma habitual, buscan contratos más cortos para no atarse a las decisiones de la franquicia. Con todo, hay múltiples opciones para conseguir unos objetivos u otros, y Ainge, según sus propias palabras, no ha dejado pasar el tiempo y ya está tirando la caña.