Cualquiera podría decir visto lo más reciente allá por la Bahía, que aquel equipo que arrasó el feudo de los vigentes campeones cual Atila, no es el mismo que hace tan solo unos días se desintegraba a un ritmo frenético. Ese grupo de hombres cabizbajos que tenía que forzar de lo lindo para esbozar una tímida sonrisa se subió en un avión y tras un largo viaje no parece ser el mismo. Al menos en la primera muestra pública. Ese trayecto desde Boston a Oakland nos ha devuelto a los Celtics que todos queremos.
Antes de que me tilden de optimista y/u oportunista, cabe recordar de nuevo que estamos hablando de tan solo un encuentro. Vista la trayectoria de la franquicia de Massachusetts en esta temporada, no sería para nada extraño que tras el triunfo ante los Warriors llegaran ahora sendas derrotas ante Kings y Lakers. Es más, casi se podría apostar por ello. La dinámica de esta campaña es ilusionarse para volver a caer con un buen estruendo.
En el primer encuentro de la gira por el Oeste, los Celtics salieron de ese avión como concursantes de ‘Lluvia de Estrellas’. En Boston se montó un equipo de alevines malcriados, y después del viaje y tras el humo salió una más que aceptable imitación de un buen equipo de baloncesto. Desde la indumentaria, pasando por los gestos y la voz, y culminando en una grandiosa actuación. Hasta Bertín Osborne habría levantado el brazo en aprobación.
Ganar de 33 puntos en el hogar de los imponentes y todopoderosos Warriors —a todas luces volverán a ganar el título sin demasiados apuros— es una hazaña atípica en la NBA contemporánea. Era difícil pensar en que los campeones pudieran hincar la rodilla en su pabellón de tal forma, y mucho menos ante un equipo que solo funciona a rachas cada vez más aisladas. Afortunadamente, la última duró 48 minutos.
La actuación de los Celtics en este último partido fue una muestra bien clara de juego en equipo y acierto en ambos lados de la cancha. Tan bien fue la cosa, que hasta pudimos presenciar una nueva resurrección de Gordon Hayward ante un rival señalado. Recordemos que en el primer encuentro entre ambas franquicias este año, un jugador anónimo de los Warriors declaró que el ex de los Utah Jazz era una debilidad para Boston. Parece que alguien tenía un mensaje.
La noche fue perfecta, aunque todavía faltaba un evento importante que podía echar todo por tierra. Se acabó el partido y llegaron los micrófonos a la boca de Kyrie Irving. Escalofríos con final feliz.
Ojo, que en 30 segundos de declaraciones no la ha cagado. Estamos en la cresta de la ola. https://t.co/jhAnyBYkji
— Sergio Hernández (@sergiohdez92) 6 de marzo de 2019
Irving no solo no metió la pata, sino que lanzó un mensaje positivo para el futuro próximo de la franquicia y sus compañeros. En efecto, algo pasó en ese avión según confirmó el propio base de los Celtics. No sabemos cómo fue la charla entre jugadores y (suponemos) cuerpo técnico; no podemos confirmar si descargaron tensiones al estilo Club de la lucha; tampoco podemos ilustrar el rito zulú que se le hizo a Hayward y, aunque nos gustaría, no estamos capacitados para afirmar que hubo cervezas de por medio con abrazos y declaraciones de amistad eternas. Esperemos que así fuera. Lo único cierto es que, por el momento, tras ese viaje parece que el equipo ha vuelto a la vida.
La voz de la conciencia en los Celtics
En los momentos más difíciles, todo grupo necesita que alguien dé un paso adelante para alzar la voz y poner a todos en orden. Un grito contundente. Cuando los Celtics estaban siendo humillados por los Houston Rockets, el equipo necesitó ese líder vocal para despertar a sus compañeros. No obstante, los más habituales estaban ocupados. Al Horford estaba pensando en qué dar de comer a Joel Embiid, Marcus Smart estaba embistiendo una silla, Kyrie Irving… bueno, mejor que no hable, y los demás estaban asimilando la paliza.
De esa situación surgió un actor inesperado; sobre todo por la contundencia de sus palabras. Cuando una frase tan lírica como «Despertad de una p* vez!», resonó durante un tiempo muerto de Boston, nadie podría imaginarse el autor de la misma. Cuando el tipo más religioso del plantel se tiene que lavar la boca con jabón, algo malo está pasando.
Semi Ojeleye, que apenas disputa minutos y, teóricamente, no debería ser una de las voces autoritarias del vestuario, identificó el momento de crisis de los Celtics y puso su granito de arena para el despertar que aconteció minutos después aunque la cosa no terminara en remontada.
El dar un paso adelante cuando no eres uno de los pilares del equipo dice mucho del bueno de Ojeleye. Cuando le preguntaron por este momento, el alero admitió que notó que sus compañeros lo necesitaban. La voz de la conciencia de Boston tiene nombre, pero por favor, esa boquita.
La revancha del novato
Toda charla alrededor de la NBA con la palabra rookie trataba del mismo protagonista. Luka Doncic es una estrella rutilante en el panorama baloncestístico mundial, y dudar tan siquiera de que levantará el trofeo a mejor novato del año en unos meses era cuanto menos un sacrilegio. La duda en este aspecto sigue sin existir, pero, al menos, estamos viendo a un compañero de camada que osa poder mirarlo a los ojos.
Trae Young está explotando en las últimas semanas a unos niveles ciertamente espectacular. Sus números en esta racha reciente le están situando en una lista junto a nombres como el de Michael Jordan; algo que no suele ser negativo a no ser que seas directivo de una franquicia o jugador de béisbol.
Comparar a Doncic con Young será para siempre motivo de morbo después de que Mavericks y Hawks se intercambiaran ambos jugadores en la noche del Draft. El base de Atlanta no arrancó con buen pie, pero ahora parece haber alcanzado un ritmo competitivo más que digno para un novato. Algo que le permite sacar pecho en determinadas acciones aunque eso le cueste dudosas expulsiones.
Quizás con un hype desmedido tras su último año en el baloncesto universitario y una comparativa con Stephen Curry que ahora mismo no hace un favor a nadie, Young parece haber encontrado el camino a seguir. Eso sí, su forma de juego tan espectacular para el público no suele conllevar una regularidad pasmosa. Más bien lo contrario. En su mano está olvidar batallas individuales que ahora mismo están claramente decantadas y centrarse en un futuro con una franquicia que le va a dar las llaves de la puerta principal.