«El miedo lleva a la ira. La ira lleva al odio. El odio lleva al sufrimiento. El sufrimiento lleva al lado oscuro». Estamos ante una de las frases archiconocidas de la saga Star Wars, no obstante, perdieron una línea en la mesa de guionistas. El lado oscuro lleva a Dwyane Wade. Cristalinamente claro como que Red Auerbach es Yoda, Marcus Smart es Chewbacca, y los midiclorianos brindaron a Len Bias a los Celtics para que otras sustancias nos lo quitaran.

Los grandes villanos, vayan más o menos camuflados, están por todas partes. Desde instituciones oficiales a delincuentes varios; sin olvidar a la gente que bebe cerveza caliente. El mal está entre nosotros aunque lo reconozcamos más fácilmente en el cine. La intención siempre debe ser combatirlo, o lo que es lo mismo, no admirarlo ni abrazarlo.

Quedaría un poco raro si en Street Fighter (el montaje de la imagen principal), Guile le dijera a M. Bison: «La verdad es que eres un cabrón, pero tu manera de gobierno es impecable. Mis respetos». O si el desenlace de la esperada Vengadores: Endgame resultara en que el Capitán América se une a Thanos después que un atasco en la M-30 durante un lunes lluvioso en hora punta le hiciera replantearse lo de fulminar a la mitad de la población del mundo. Bueno, esto último no estaría mal.

Después de años de opresión y algunos actos deleznables, Wade se disponía a hacer acto de presencia por última vez en el TD Garden. El escolta de los Heat sigue con su particular tour de despedida y los Celtics no quisieron ser menos en el concurrido pasamanos que se está viviendo esta temporada. Danny Ainge, como ya hiciera con Kobe Bryant, le entregó una pieza conmemorativa del parqué del feudo bostoniano y, ya durante el partido, la grada lo premió con algunos vítores muy alejados a su recibimiento habitual. Lo que generalmente calificaríamos como un gesto de clase.

Lógicamente, cuando un rival de la talla deportiva del artista antes conocido como Wade (ya sabéis cómo se le llama por aquí) decide poner punto y final a su carrera merece todo tipo de homenajes. También está pasando estos días con Dirk Nowitzki. El problema surge cuando se echa la vista atrás y se revisa el peculiar currículum del jugador de Miami frente a los Celtics. No precisamente la misma correspondencia de gesto.

Enumerando, todo el mundo recuerda la particular llave de Judo en Playoffs que acabó con el codo de Rajon Rondo y, de paso, las esperanzas de Boston en la serie de 2011. Jugada sospechosa, pero a todas luces válida para colgarse un metal en esa disciplina en unos Juegos Olímpicos.  Además, participó activamente en una lesión de Isaiah Thomas y provocó una expulsión a Paul Pierce (también en Playoffs) que todavía cuesta comprender. Bueno, y siempre sacaba lo mejor de su repertorio ante los Celtics. Reprochable no es, pero fastidiaba bastante.

Después de acciones de este tipo, Rondo acabó declarando que Wade era un jugador sucio. No era para menos tras truncar uno de los mejores momentos en la carrera del base. Luego acabarían compartiendo vestuario en Chicago, pero no sabemos si se lo volvió a repetir a la cara. Muy parecido a su caso con LeBron James y la foto con una ilustre camiseta.

En resumen, el homenaje-obsequio a Wade no ha sentado muy bien a gran parte de la parroquia de los Celtics y es perfectamente entendible el porqué. Por muy bueno que haya sido el villano —ojo, que lo ha sido y mucho—, honrarlo cuando ha tirado de dudosos artilugios ante ti es cuestionable. «La verdad es que no me hizo mucha gracia cuando mataste a mis padres, Voldemort, pero hay que reconocer que has sido un mago excepcional. Toma, el peroné de mi madre como regalo por tu actuación en estos años».

Los Celtics demostraron estar por encima del odio y del pasado tendiendo la mano a Wade. Eso sí, Ainge no perdió la oportunidad de dejar caer la pullita sobre el codo de Rondo. Ya no se puede deshacer ni devolver el regalo, aunque se puede completar aún más. Ya dieron el primer paso hace un par de días, pero no habría mejor homenaje que dejar a Wade y a sus Miami Heat fuera de los Playoffs. Háganlo por los recuerdos.

 

Grunfeld Comedy Festival

 

Llegó el fin de la comedia a la capital del imperio. O por lo menos, una pequeña prórroga. Los Washington Wizards van a prescindir de uno de los General Manager más prestigiosos del campeonato. Uy, perdón. Uno de los más torpes quería decir. Tras muchas temporadas con la franquicia Ernie Grunfeld ha sido despedido en uno de los momentos más bajos del equipo.

La grave lesión del multimillonario John Wall desembocó este año en unos resultados dignos de un proyecto que está dando sus últimas bocanadas de aire. Además, la continuidad de Bradley Beal en el Distrito Columbia no parece nada segura ante la imposibilidad de luchar ante los grandes de la liga. Durante su mandato, Grunfeld no llega al 50% de victorias y no ha sabido acompañar acordemente a sus dos máximas estrellas. Ni siquiera ha sido capaz de reclutar talento joven vía Draft para tener una mínima esperanza.

Pero volvamos de lleno a la comedia. El GM de los Wizards se marcó una actuación digna de aparecer en el programa de Johnny Carson con la renovación millonaria de Otto Porter Jr. para traspasarlo un corto tiempo después. El público se desternillaba. No contento con eso, hizo llorar de la risa al respetable con el traspaso más incomprensible de los últimos tiempos. Hacerse con Trevor Ariza a cambio de Kelly Oubre Jr. y Austin Rivers no te lo firma ni Ricky Gervais.

La franquicia capitalina quizás haya reaccionado (algo tarde), pero con eso nos está privando de las decisiones de una de las mentes privilegiadas que ha ocupado los despachos de la NBA. Ernie Grunfeld deja Washington con su particular show disponible para nuevas contrataciones. Que alguien le siga dando una oportunidad a la comedia.