Por las circunstancias tan complicadas que afronta el mundo actualmente, los extremismos se han convertido en una realidad recurrente. Los hay completamente despreciables, como ese que te empuja a dar discursos nazis con la mandíbula “bailonga” por aspirar mejor que una Roomba, o también existen algunos más dignos como los consistentes en menospreciar por completo a esos seres que prefieren la tortilla sin cebolla. Como dice la tan manida frase “los extremos se tocan”, a veces, pasar de un lado al otro del espectro puede ser cuestión de segundos. Ser aficionado de los Celtics recientemente es una demostración empírica de esto.

La innegable pésima dinámica del conjunto dirigido por Brad Stevens está provocando que, visto lo visto en redes sociales, alguno esté ya con la botella de lejía en la boca. La facilidad con la que muchos piden el despido inminente desde el entrenador hasta el que lleva las toallas, deja la Reforma Laboral del PP como un éxito de la lucha proletaria. Por experiencia personal, os puedo asegurar que comentar en directo los partidos de los Celtics en Twitter se ha convertido en una experiencia religiosa.

Es en esos momentos cuando uno se encuentra esos pasos de un extremo a otro. Del “A Kemba Walker se le ve mejor; mucho más explosivo”, al “Kemba Walker es lo peor que le ha pasado a los Celtics desde que a Len Bias se le fue la mano” minutos después — permitidme un poco de licencia poética en este punto. Y sí, en numerosas ocasiones es el mismo usuario el que hace ambos comentarios.

No vamos a negar que, quien más o quien menos, cambia alguna vez de opinión para dárselas de experto en la materia. Lo hago yo y lo haces tú que estás leyendo esto. El truco para que no te lo echen en cara, reside en no abrazar por completo ninguno de los dos extremos, y/o que no haya registros a la vista de tu mala cabeza. Como la era digital estorba mucho en esto último, lo más fácil es no alternar diametralmente tu opinión como el que se cambia de ropa interior. Aunque sea meramente por decencia.

 

A la caza del culpable

 

Por dar ejemplos más gráficos, Stevens no era el mejor entrenador de baloncesto de la era moderna, ni ahora es un hombre que encontraron en la calle y le pusieron una pizarra en la mano. La crítica hacia el entrenador de los Celtics es necesaria y, sobre todo últimamente, acertada,  pero no se puede pasar de la alabanza extrema, con la baba a la altura de la barbilla, de hace tan solo unos meses, a ponerle las maletas en la puerta del despacho. De verdad, es sano criticar sin necesidad de enviar a nadie al paro al momento.

Personalizo con la figura del técnico de Boston porque es uno de los nombres habituales en la quema —ya tiene hasta el hashtag #FireBradStevens extendido entre la comunidad—, pero podríamos hablar de muchos más casos. El otro gran señalado, aunque ya desde hace más tiempo, es el General Manager de los Celtics. Cada vez que abre Twitter, tiene que echar mano de la botella de whisky.

Convertido en una suerte de Santa Claus moderno, Danny Ainge solo lee a personas pidiendo tráeme esto o aquello. No importa si es viable económicamente —o salarialmente, más bien— o si tiene algún sentido baloncestístico —que al final es de lo que trata todo este lío—. Al GM de los Celtics se le exige que traspase hasta el videomarcador del TD Garden para “permitirle” seguir en el puesto, y si Ainge cumple sus deseos y la cosa acaba mal igualmente, serán los primeros con las horcas y las antorchas.

Como, por suerte o por desgracia, la gestión de una franquicia NBA no es una partida del 2K, el quid de la cuestión no reside en el mantra de cambiar jugadores a diestro y siniestro basado en un valor numérico, o rating, y sin importar lo que pida el otro equipo. Total, si la cosa no sale bien, no guardo partida y lo vuelvo a intentar, ¿no? No hay que remontarse mucho en el tiempo para recordar a aquellos que se tiraban de los pelos por la renovación de Jaylen Brown y ahora no lo cambiaban ni por el Michael Jordan del 96’.

Por aquel entonces, se criticó amargamente a Ainge por ese nuevo contrato o por el hecho de no incluirlo en ningún traspaso para adquirir otro jugador sin ningún tipo de compromiso para una renovación futura. Dicho de otra manera, si, hipotéticamente, los Celtics se hubieran hecho con los servicios de Kawhi Leonard por un año, por mucho que Boston hubiera ganado el anillo, ahora muchos estarían matando al Ainge por haber dejado marchar a un Brown que ahora cuenta con su primera elección para el All-Star Game. Suena un poco a eso que dijo aquel: «Cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí el suyo beneficio político baloncestístico».

En resumen y para no alargar mucho más, todo va a estar mal siempre. Nunca nadie va a ganar los 82 partidos de temporada regular, y con que solo pierdan uno, saldrán hordas al cuello de los responsables. Ojo, que todas estas líneas no suponen una defensa de Ainge, Stevens, Walker o la Divina Providencia; lo están haciendo mal y hay que criticarlos por ello. Sus puestos no son vitalicios y, llegado el momento si la cosa sigue torciéndose, habrá que pedir responsabilidades. Eso no quita para que haya que hacerlo con un mínimo de fundamento y perspectiva realista. Siento decirlo, pero la felicidad absoluta es una utopía.

 

Éramos felices

 

Todo este momento de caos e incertidumbre en los Celtics, está coincidiendo con el ascenso al Olimpo del hijo pródigo. El verdadero héroe en todo este lío ha llegado en el momento más inoportuno para recordarnos que antes éramos felices y no nos dimos cuenta. A fin de cuentas, echamos de menos a Terry Rozier.

El jugador de los Hornets está registrando unos números excepcionales con más de 20 puntos por encuentro y lanzando al 49.5% de efectividad en tiros de campo y 45.1% en triples. En fin, un temporadón. Aprovechando el epígrafe anterior, toca ser oportunista cuando aquellos que ocupan su puesto ahora en los Celtics están viviendo tiempos, digamos, complicados.

Más allá de la particular atención y cariño que le profesa este que escribe, Rozier ha sido uno de los nombres principales en las informaciones referentes a la NBA con una serie de partidos en los que encadenó 34, 41, 33 y 36 puntos consecutivamente concluyendo con todo un game-winner ante los Golden State Warriors.

 

Terry, perdón por tan poco.