Partiendo desde la base que, ya de por sí, trabajar es tremendamente perjudicial para la salud, siempre habrá empleos más peligrosos que otros. Por ejemplo, estar toda la jornada sentado en una oficina conlleva menos riesgos que profesiones tan respetables como peón de obra, minero, miembro de Jackass u operario en una siderúrgica nudista, y otras nada respetables como torero. La categoría es amplia, y a la lista se acaba de sumar una última labor: ser jugador de los Boston Celtics.

Año tras año, las lesiones se agolpan en las respectivas plantillas por mucho que cambien los integrantes. Da igual su edad, raza, religión o historial previo en la enfermería. Es enfundarse la elástica verde, y la salud pasa a convertirse en un concepto idealizado. La lista de bajas en cada partido se acerca peligrosamente en número a los convocados. Quizás no sea un experto, pero creo que eso no es necesariamente bueno.

La lesión de Gordon Hayward en San Antonio ha sido (de momento) el punto álgido en este aspecto, pero en lo que llevamos de curso, casi todos los jugadores de los Celtics han pasado por la enfermería por diversos motivos. Dedos rotos, infecciones, tobillos dañados, golpes en la cabeza contra el techo o contra paredes de hormigón de la marca Semi Ojeleye. No se puede negar el esfuerzo por la innovación constante.

Afortunadamente, el equipo sigue más o menos entero. No obstante, que estemos volviendo a tratar estos términos cuando aún no se ha llegado a los dos meses de competición, no invita precisamente al optimismo. No hay más que echar el ojo a la posición de pívot para comprobar los inminentes peligros que albergan un trabajo que podría parecer soñado.

Cuando los horarios no permiten disfrutar del directo, el ritual matutino de ver el resultado se ha quedado algo anticuado. Últimamente se ha convertido más bien en un: «a ver quién se ha lesionado hoy». De los habituales, tan solo Jayson Tatum, Grant Williams, Carsen Edwards, y los armarios empotrados de Marcus Smart y Semi Ojeleye, han estado disponibles en todos los encuentros de lo que llevamos de curso.

Claro está que todos los equipos tienen lesiones y que los Celtics no tienen que lamentar grandes periodos de baja, pero nos encontramos ante una dinámica que no solo se extiende en el primer cuarto de la temporada, sino en los últimos años de la franquicia. Ni el mejor resultado cosechado recientemente —Finales de Conferencia hace dos campañas— pudo alcanzarse con toda la plantilla al completo. Recordemos que Boston casi se cuela en las Finales de la NBA sin Gordon Hayward ni el base aquel que ahora juega en los Nets.

El equipo comenzó el año sin unas expectativas claras debido al verano revuelto. De momento, han demostrado poder ser ese grupo incómodo que puede dar guerra en una Conferencia a la que no le sobra el talento, pero para poder triunfar necesitan un respiro. Sin sobresaltos en forma de lesiones importantes, el equipo dirigido por Brad Stevens puede dar que hablar.

Decíamos que los agentes libres de renombre no escogían Boston por motivos como el clima o la falta de farándula, pero la integridad física también se puede convertir en una razón de peso a este ritmo. Al florido historial de los Celtics, le falta un parte de lesiones que incluya: pestaña en el ojo, corte con papel entre los dedos (¡uf!), golpe en el duodeno o quemadura en la lengua por café. Tiempo al tiempo.

 

La diana de los Celtics

 

Estaba marcado en el calendario desde hace meses. Día 27 de noviembre de 2019: la vuelta del innombrable al TD Garden. Después de una salida de lo más polémica, el retorno de Kyrie Irving al que fue su pabellón durante dos años era una fecha señalada. Lo era para el jugador, lo era para los aficionados de los Celtics, y lo era para los lingüistas que debían redefinir el concepto de «entorno hostil».

Como dijo el propio Paul Pierce en la televisión estadounidense, se estaba cociendo a fuego lento el abucheo más grande de la historia de la NBA. Y sí, estamos hablando de una liga en la que James Dolan es el dueño de una franquicia. Si a esa fórmula se le añade además que la parroquia afectada, una de las más comedidas y respetuosas del mundo del deporte, era la de Boston, la variedad de insultos que se iban a escuchar harían sonrojar al mismísimo Francisco de Quevedo.

Por suerte o por desgracia y como era de esperar, Irving acabó por no hacer acto de presencia en Boston alegando una lesión desde hace una semana. Cabe destacar que a sus Nets les está yendo mejor en su ausencia, por cierto. Los fans de los Celtics se quedaron sin gran parte de la satisfacción de tener la diana a tiro, pero eso no evitó cánticos y carteles llamándolo cobarde. Jaylen Brown opinó al respecto con una respuesta que, sin decir nada, lo dice todo.

 

«Injusto. Interesante, pero injusto», declaraba sobre los cánticos del público. Sutil, Jaylen, muy sutil. Cualquiera diría que pudiera haber un pequeño «desacuerdo» pasado entre los dos. Fuera como fuera, lo cierto es que Kyrie Irving no es muy de retornos. El base solo ha jugado un encuentro junto a un ex equipo desde que abandonara los Cavs; aquel de infausto recuerdo por la lesión de Hayward. De momento, parece que va a conservar esa tradición en Brooklyn. El TD Garden le seguirá esperando con los brazos abiertos.