Entre las muchas costumbres que ha ido adquiriendo el ser humano a medida que avanza la historia, trabajar es sin duda la más ridícula de todas ellas. Y mira que nos avisaba Luis Aguilé. A tal punto ha llegado este acto deleznable, que incluso ahora el que lo hace tiene que dar las gracias. Solo queda la pacífica protesta en forma de procrastinación que tanto gusta a los Boston Celtics.
Para el que no conozca el término, hablamos de «acción o hábito de retrasar actividades que deban atenderse, sustituyéndolas por otras más irrelevantes o agradables». Trasladado al mundo del baloncesto, esto significa hacer el tonto durante uno o más cuartos para tener que hacer la heróica en los instantes finales.
No importa si la plantilla de los Celtics cambia por completo casi cada verano. Si algo les gusta a los jugadores que se enfundan la elástica verde es jugar a un sucedáneo de baloncesto para luego demostrar que, en el fondo, saben. A por el más difícil todavía.
Lo peor de todo esto, más allá del tremendo riesgo supone este tipo de dinámicas, es la sensación que le queda al aficionado y, por ende, supongo que a Brad Stevens. El sabor que queda tras este tipo de actuaciones es agridulce y se basa en la siguiente sucesión: insultos, esperanza, referencias sobre tamaños de testículos y, finalmente, un orgullo que ayuda a digerir la derrota.
Dosis de huevos y los Celtics se meten en el partido. pic.twitter.com/Q9pdwRjxYM
— Sergio Hernández (@sergiohdez92) January 9, 2020
Tampoco podemos renegar completamente de estos arrebatos. Muchos equipos, en situaciones en las que las desventajas rebasan los 20 puntos, se dejan llevar hasta la bocina final sin muestras de una mínima intención. Los Celtics, lleve quien lleve su camiseta, tienen el ‘Orgullo’ por supuesto. En según qué situaciones puede ser suficiente, pero también surgen unas preguntas lógicas.
¿Por qué empiezan los partidos tan mal en demasiadas ocasiones? ¿Por qué esperar a perder de 30 para jugar? ¿Tan difícil es meter tiros abiertos? ¿Estarán intentando que se cansen para la segunda mitad? ¿Qué sigue haciendo Brad Wanamaker en pista? ¿Os acordáis cuando pensábamos que Semi Ojeleye iba a ser muy buen jugador? ¿Qué hago yo despierto a estas horas?
En la última semana, los primeros cuartos de los Celtics se resumen en una serie de catastróficas desdichas. Una mayúscula irregularidad que podría personalizarse en la figura de Jayson Tatum. Capaz de fallar una bandeja, como de anotar tras una tremenda acción individual y ganar el encuentro él solo.
La normalidad y las costumbres están plenamente sobrevaloradas. Lo ideal sería dar el máximo desde el primer minuto, no obstante, dejarse ir para intentar quedar como un héroe al final no deja de ser atractivo. Los Celtics siguen con una filosofía bien clara: Deja para el último cuarto lo que puedas hacer en el primero.
Números que engañan
Empecemos viendo el lado positivo de las cosas. Enes Kanter no lo está haciendo mal. El pívot aterrizado en Boston este verano no ha dejado atrás sus peores características, pero tampoco ha abandonado aquello por lo que se ha hecho un nombre habitual en la liga. Sigue siendo una buena fuente de puntos desde el banquillo, sigue siendo un seguro en los rebotes y sigue siendo un poste en defensa.
Por mucho que sus números en la estadística avanzada defendiendo su propio aro sean los mejores de su carrera, la sensación en cancha sigue siendo un corto del Coyote o de Tom y Jerry. Kanter es la fuga, los Celtics se esfuerzan en taparla y de repente aparecen otras tres más en la barca. Stevens intenta esconder el agujero que provoca la presencia del center turco, aunque deja otros sitios sin cuidar.
No es el único dato engañoso del ex de los Blazers. Kanter ha registrado datos históricos desde el banquillo en la franquicia de Massachusetts. Desde Kevin McHale, nadie conseguía tantos doble-doble consecutivos partiendo desde a segunda unidad. Lo que estos números obvian —y ocurre en toda la trayectoria del otomano— es que el 50% de los rebotes que atrapa proceden de sus propios fallos bajo canasta. Ojo, que como táctica para hacerse un buen hueco en la NBA no está nada mal.
Sea como sea, la relación Kanter – Celtics no parece estar discurriendo por una mala senda. El jugador turco está ayudando en su parcela y se ha ganado el cariño de la afición desde el primer minuto en el que se anunció su fichaje. De momento y aunque sea con una ceja arqueada, compramos.
¿Echando de menos a los Celtics?
Si hay un jugador al que echar de menos tal y como está el equipo de Boston hoy en día, ese es Al Horford. El dominicano abandonó la disciplina verde en la agencia libre rumbo a uno de sus máximos rivales, los 76ers. El dolor existió, pero según las últimas declaraciones del jugador, ahora está dejando una bonita cicatriz.
Horford afirmó no estar del todo contento con el papel que desempeña en Philadelphia. Parece que esperar desde más allá de la línea de tres para lanzar un triple sin apenas tocar la pelota no es lo suyo. Los Sixers no están sabiendo aprovechar las virtudes que el dominicano demostró primero en los Hawks y luego en los Celtics. El bueno de Al está en un plano muy secundario detrás de Joel Embiid y Ben Simmons.
El negocio de los 76ers ha sido redondo. Han contratado a un jugador veterano, se han dejado una buena parte de lo que tenían guardado en los bolsillos, y no saben cómo emplearlo en la pista.
Estas declaraciones de Horford, junto con las de principio de temporada, en las que dudaba si hubiera abandonado Boston si hubiese conocido la firma de Kemba Walker, dejan entrever que, quizás, ahora sería mucho más feliz vistiendo de verde. Menos rico, pero más contento.