No he encontrado mejor forma para ilustrar esta situación que coger prestado el título de un álbum de los Mojinos Escozios. Y es que, efectivamente, hemos vuelto a ser testigos de una paternidad sin necesidad de prueba de ADN. De las de toda la vida. No vamos a negar que había dudas al respecto, pero la verdad siempre sale a la luz. En uno de esos puntos bajos en la habitual montaña rusa que son estos Boston Celtics, los verdes han vuelto a tirar de galones ante unos 76ers en una dinámica chulesca. Al final papá sigue mandando en el hogar.

En esa relación ya familiar, queda claro quién encarna la figura dominante. Ese señor que escucha las fanfarronadas de su hijo sin prestar demasiada atención apenas levantando la vista por encima del periódico. Si la franquicia de Philadelphia fuera un adolescente, Al Horford le daría la paga los fines de semana. El jugador dominicano lo ha vuelto a hacer ante una de sus víctimas preferidas. Si seguimos con el segundo sentido que nos deja el (fino) titular, podemos concluir que ha paseado todo el esplendor de su anatomía en el Wells Fargo Center.

Los Celtics han sumado la tercera victoria del curso regular ante los Sixers cuando nadie daba un duro por ellos. Cuesta abajo y sin frenos, sumando además la baja de Kyrie Irving, habría que ser un insensato para no creer que la dinámica se iba a revertir. La juventud tiene esas cosas. Joel Embiid, Ben Simmons y compañía saboreaban la venganza presumiendo de la llegada de Tobias Harris como nuevo puntal de un quinteto que, por nombre, asusta.

Cual chaval que acaba de empezar a fumar y ya cree que tiene el derecho a cuestionar las decisiones del hogar, Philly retó a unos Celtics representados de nuevo por la mirada indiferente y poco impresionada de Horford. Esperó paciente, aguantó las bravuconadas de rigor y en cuanto identificó el primer resquicio, sacó la zapatilla. Mientras vivas bajo este techo, acatarás mis reglas.

Como una buena labor parental sale mejor entre dos, Boston encontró en Gordon Hayward una pareja ideal. Cara afable, fama de no perder nunca los nervios (a no ser que esté jugando al Fortnite) y un historial reciente de casi inoperancia en las decisiones del hogar. No parecía el máximo candidato a castigar a los 76ers, pero a nadie le gusta que se le suban a las barbas. Tampoco quiso faltar a su cita un Jayson Tatum que debe ir cargando responsabilidades sobre sus espaldas a medida que pase el tiempo.

El resultado, aunque habitual en los últimos Celtics-Sixers y quizás precisamente por ello, dejó una pataleta digna del que en el fondo sabe que todavía le falta algo para hacerse oír. Embiid fijó su frustración en la labor arbitral. Curioso cuando tu equipo lanza más de 30 tiros libres durante el partido. Asumir que el bueno de Horford es, seguramente, el jugador que más problemas te pone sobre la pista no es fácil. Culpar al empedrado es el camino sencillo.

Pese a las dudas que están dejando los chicos de Brad Stevens dentro y fuera de la cancha, lo cierto es que ante los equipos de más entidad están sabiendo responder. Ante la élite de la Conferencia Este, Boston está dando un rayo de luz enfocado en unos próximos Playoffs donde deben demostrar la entidad y experiencia por aquellos lares. Ese sí que será el momento para enseñar quién manda.

Los Celtics y el síndrome de Los Ángeles

 

Aunque este artículo se escriba con buen sabor de boca tras la última victoria, el regusto en el paladar sigue siendo algo amargo. Por un buen partido, no se pueden olvidar dos batacazos que me han hecho poner nombre a un síndrome como si surgiera después de un estudio pormenorizado. La respuesta es no, pero tiene algo de sentido.

Las catástrofes ante Lakers y Clippers en el TD Garden fueron duros golpes a encajar tras el frenesí del trade deadline. Dos rivales claramente inferiores que se marcharon de Boston con sendas victorias tras ir perdiendo por un buen puñado de puntos. Los Celtics se relajaron ante la comodidad de la situación y dejaron a la presa vivita y coleando. Algo que particularmente debería quedar sin perdón considerando que uno de los equipos contrarios constituye todo lo que está mal en el mundo.

Que estos dos conjuntos residan en Los Ángeles facilita el trabajo de poner en común una tendencia que se lleva observando a lo largo de la temporada. Cuando el rival que está enfrente no parece temible, los verdes sueltan el pie del acelerador y se dejan ir hasta que la situación es insalvable. Antes podríamos nombrar este fenómeno como Síndrome Knicks, pero la actualidad apremia.

Todos estos deslices, aunque puedan aparecer insulsos, penalizan de lo lindo la situación de los Celtics en la tabla clasificatoria, y por consiguiente también el camino en unos Playoffs que serán la prueba definitiva para un grupo de jugadores que no acaba de conectar. La vida da reválidas, y Boston deberá visitar Los Ángeles por doble ocasión para curar esta enfermedad y, sobre todo en el caso de los de oro y púrpura, brindar a la afición una disculpa a la medida.

 

Batman y el hermano de Robin

 

Las circunstancias del cierre del mercado de traspasos impidieron que este apartado viera la luz la semana pasada. O lo que es más importante. Casi se os priva de otro gran titular. Es un placer cuidar al lector y que éste deguste las bondades de la lengua española y mi maltrecha cabeza. De nada.

Muchas veces, la realidad supera a la ficción, y no hay nada más maravilloso que eso. Podríamos hablar largo y tendido sobre la presente situación de los Spurs y cómo han recuperado el ritmo tras un inicio casi atroz, no obstante, la ciudad de San Antonio nos está dejando noticias mucho mejores. El AT&T Center, hogar de la franquicia tejana, sigue experimentando visitas de amigables murciélagos que disfrutan del buen juego de los de Gregg Popovich. Esto ya nos dejó hace años una maravillosa escena con el majestuoso Manu Ginobili.

 

 

Pues los murciélagos han vuelto a hacer acto de presencia en un partido de los Spurs aunque el nombre del cazador haya cambiado. No vamos a negar que ver a un tipo disfrazado de mascota (un coyote, concretamente) intentando apresar al animal en cuestión no es mi momento preferido de la temporada. Ahora bien, con todo ese surrealismo de fondo, alguien ha querido ponerse en primera fila.

Al ser preguntado por esta situación, Brook Lopez afirmó que se dejaría morder por un murciélago porque, según la mitología, hay un 75% de convertirse en superhéroe. Claro que sí, campeón. Simplemente, la teoría no tiene ningún tipo de fisuras. La envidia de ser el hermano de Robin ha hecho mella en el pívot de los Milwaukee Bucks para soñar con ser el Batman particular de la NBA. Que nadie le quite la ilusión.