Para los aficionados más acérrimos a la NBA, el Draft es como la Noche de Reyes. Tienes tu lista con los regalos que quieres y esperas con la ilusión de un niño a que, cuando te levantes, tengas los juguetes que habías pedido. O dicho de otra manera, los que has buscado en internet la noche anterior para ver cómo funcionan. Este año, los Celtics buscaron un regalo según unas determinadas características, pero no se fijaron mucho en que tenían que construirlo ellos mismos.
Aaron Nesmith llegó a Boston en el envoltorio más grande y con una etiqueta que con letras mayúsculas indicaba TIRADOR. Brad Stevens se acercó, arrancó con ganas el papel de regalo, y se encontró un rookie desmontado en más piezas que un reactor nuclear de Ikea.
El novato de los Celtics no está preparado todavía para salir a jugar. Ni por asomo, además. Sus primeras semanas como jugador profesional de baloncesto se han caracterizado por pocos minutos de juego y una extraña querencia por lanzar triples que apenas rozan el aro. Por el momento, Nesmith ha anotado solamente dos de los nueve triples que ha intentado, y eso que no se han producido en momentos de presión extrema precisamente.
No solo está siendo preocupante su poca efectividad en su supuesta especialidad. Podríamos afirmar sin temor alguno a equivocarnos, que a día 6 de enero de 2021, Aaron Nesmith no se entera de nada de lo que pasa alrededor de él en las pocas oportunidades que tiene para jugar. Al principio, la gente preguntaba por qué no contaba con minutos el rookie de los Celtics; ahora, ya no tanto. Decir que el exjugador de Vanderbilt está verde, es una falta de respeto a la colorimetría.
Es de justicia señalar que tampoco hay que cargar las tintas contra un jugador de 21 años que acaba de aterrizar en la mejor liga del mundo, pero las sensaciones, y sobre todo la mirada, se están acercando a traumáticas experiencias pasadas como James Young.
No perdemos la confianza en que Aaron Nesmith pueda ser finalmente ese juguete que llevábamos tantos años pidiendo. Tampoco le viene demasiado bien que el regalo puesto al lado en el árbol, aunque más pequeño y con un envoltorio más convencional, se esté convirtiendo en el favorito de todos.
El mártir de los Celtics
A poca gente le pudo sorprender la curiosa estadística que destacó la realización de NBC Sports Boston durante uno de los dos partidos en Detroit. Desde el comienzo de la pasada temporada, Daniel Theis es el jugador al que más faltas le han pitado en toda la Conferencia Este con un total de 219.
Este dato tan «simpático» nos deja dos preguntas al respecto: ¿Qué ha hecho este alemán en concreto para sufrir este acoso y derribo?, y ¿desde cuándo volvieron Bill Laimbeer y Rick Mahorn a jugar al baloncesto? Esta segunda incógnita nace por la incomprensible realidad en la que existen jugadores en la Conferencia Oeste con más faltas señaladas. Eso, o Vinnie Jones ha dejado el cine y se ha pasado al baloncesto.
La conocida como guerra contra Theis es una pieza de folclore entre los aficionados de los Celtics, pero no está tan alejada a la realidad una vez tienes la posibilidad de ver los partidos. Si un jugador del equipo rival cae al suelo, en cualquiera de las dos canastas, y el teutón está en un radio de 300 metros alrededor del incidente, el árbitro hace uso del silbato y señala un Theis que ya no sabe qué cara poner para no ser irrespetuoso.
Una de las peores cosas de esta persecución, además de los efectos deportivos evidentes contra los intereses de los Celtics, es que por la personalidad de la víctima en cuestión, no vemos reacciones acordes. El pívot alemán, y quizás sea por esto último, apenas se echa las manos a la cabeza o esboza una tímida sonrisa irónica. Qué magnífico material audiovisual podríamos tener con un «vamos, no me jodas» o el siempre efectivo «la concha de tu madre» si Theis hubiera llegado desde Argentina. Primeras potencias del mundo en el arte del insulto. Que la cuenten como quieran.
La vergüenza de Tampa Bay
Cuando uno echa un vistazo a la clasificación de la NBA en estos primeros compases del campeonato, una de las grandes sorpresas es observar a los Toronto Raptors en la zona baja de la Conferencia Este con tan solo una victoria en seis partidos disputados.
Para los más despistados, cabe recordar que la franquicia canadiense disputa sus partidos como local en Tampa Bay (Florida) durante esta temporada. Efectivamente, la ciudad que ha sido bendecida por la luz del mejor jugador de la historia del fútbol americano, Tom Brady.
Tal es la influencia del ex QB de los Patriots, que su nuevo equipo, los Buccaneers, va a volver a unos Playoffs de la NFL tras más de una década con una genial campaña cuando todos lo tildaban de jubilado. Eso sí, las cosas no solo mejoran con su influencia directa.
Desde la llegada de Brady a Florida, Tampa Bay Lighting, la franquicia de la NHL, levantó la segunda Stanley Cup de su historia, y los Rays, de la MLB, llegaron a las Series Mundiales de béisbol aunque acabaron cayendo ante los Dodgers. Recordemos que, con los New England Patriots como máximo puntal, Boston era considerada la ciudad de los campeones. Ese hombre tiene un aura divina.
Por ello, el rendimiento reciente de los Raptors en Tampa es una deshonra a lo que Tom Brady ha tardado cinco meses en construir. Hasta los irregulares Celtics fueron capaces de conseguir una victoria más o menos cómoda como visitantes ante Toronto. Bueno, pensándolo bien, tampoco pasa nada si quieren alargar su estancia unos añitos más.