Como cerdos camino del matadero. No hay muchas analogías más acertadas que ésta cuando uno examina el tramo final de la campaña regular que se vive en Boston en fechas recientes. Sin ninguna aspiración —más allá que una ventaja de campo en primera ronda— hasta que comiencen las eliminatorias por el título, los Celtics aguardan el momento decisivo para solucionar una disyuntiva que, desde luego, no pinta nada bien.

Las sensaciones siguen sin ser positivas aunque se haya seguido prorrogando el crédito del equipo. Las fechas han pasado sin que la esperada estabilidad deportiva haya hecho acto de presencia. Solo un tímido atisbo cuando empezó la gira por California que hizo creer en que los chicos de Brad Stevens habían conectado tarde, pero a tiempo. Espejismos en esta árida temporada.

A un par de semanas de que empiecen los Playoffs, los Celtics ya saben su rival para la Primera Ronda (Pacers) y casi con toda seguridad el de Segunda (Bucks); solo falta por decidir la ventaja de campo en esa fase inicial. Si nos dicen a principio de campaña que Boston iba a estar luchando por quedar cuarto o quinto con el Este no lo creeríamos. Visto lo visto en fechas no tan lejanas, casi que firmaríamos estar entre el séptimo y el octavo. Casi para cambiar de equipo.

Tener que digerir como un rival como los Hornets remonta la nada desdeñable cifra de 18 puntos en los últimos ocho minutos de partido enterró la fe de muchos. No es para menos cuando en la fase decisiva del partido te endosan un parcial de 30-5 en contra. Ha llegado un momento en el que solo se puede apelar a una cosa para salir del hoyo. Y sí, es aquella a la que tanto se alude en momentos de dificultad. En este caso no me refiero a la religión.

El orgullo, hermanos. ¡Quiero oír un aleluya! Volvemos a la misma cantinela de siempre pero, quizás, con más sentido que nunca. Esta plantilla de los Celtics tiene que sacar las garras en postemporada. «Si no llego a la final con este grupo, es que soy una mierda», dijo el mítico Luis Aragonés durante la Eurocopa que levantó con la Selección Española. Esto mismo deberían pensar los jugadores ante las eliminatorias que se avecinan. A veces, un poquito de amor propio no viene mal.

La repetidamente comentada calidad del roster de la franquicia de Massachusetts hay que demostrarla cuando más importa; no tiene que ser la excusa para un advenimiento que no llega. Si estos jugadores son tan buenos como dicen (alguno incluso delante de la prensa), deben demostrarlo ahora y dejar que esta temporada regular sea solo un bache y no un perjuicio en sus carreras.

Lo que no se ha hecho en meses es difícil de arreglar en un par de semanas, no obstante, cuando la materia prima existe tan claramente aún queda un resquicio para la esperanza. No debería, pero a un servidor le queda una pizca de fe en que, sin saber cómo ni por qué, los Celtics hagan un buen papel en Playoffs. Aunque solo sea por orgullo.

 

Somos los Celtics, y esto es Jackass

 

Sabéis cuando se dice: «Bueno, pero al menos tenemos salud». Pues para la franquicia de Boston, ni eso. Las lesiones se han convertido en una tónica habitual del curso al igual que hacer el ridículo una vez por semana para no perder la costumbre. Vale que ninguno de estos percances han revestido la misma gravedad que un tipo destrozándose la pierna en el primer partido del año, pero parece que no hay encuentro en el que algún jugador de los Celtics no engrose el parte de bajas.

Los máximos exponentes se encuentran en la posición de pívot. Cada vez que Al Horford necesita unos días de descanso, el equipo naufraga y tiene que volver prematuramente. Aron Baynes ha visitado más la enfermería que Michael Jackson la habitación de invitados. El último caso lo ha protagonizado Robert Williams tras intentar un mate digno de Jackass.

No es solo ese puesto en concreto. Kyrie Irving tiene que sentarse cada cinco o seis partidos, Gordon Hayward tuvo que pasar el largo protocolo de conmociones, Terry Rozier ya no es el hombre de acero como en otros cursos… En definitiva, muchos problemas que no cesan y que en estos momentos son más graves que nunca. Stevens reza cada noche para que su pareja predilecta de Horford y Baynes aguante estos últimos asaltos. Nos unimos a las plegarias.

 

Promesas del Este

 

Aunque los Celtics no se jueguen gran cosa en los partidos que restan de curso regular y las posiciones de arriba parezcan ya fijadas, la Conferencia Este nos depara una lucha bastante bonita para llegar a los Playoffs. Entre el sexto clasificado (Nets) y el décimo (Hornets), hay tan solo dos victorias de diferencia. O lo que es lo mismo, tres plazas para cinco equipos.

Echando un vistazo rápido, podemos ver que Brooklyn podía volver a la postemporada años después del atraco del forajido Danny Ainge. Mucha culpa de este retorno la tiene un D’Angelo Russell imperial; un poco parecido a lo que está pasando con Blake Griffin en los Detroit Pistons o un Kemba Walker por el que se van a pelear los bancos este verano.

Tampoco podemos olvidar la batalla de Florida entre Magic y Heat. El temporadón de Nikola Vucevic contra el último baile de Dwayne ‘La Concha de Tu Madre» Wade; de momento mandan los de Orlando. También podemos ver esta guerra como un enfrentamiento entre promesas de futuro (Nets y Magic), proyectos en un parón momentáneo (Miami) y, bueno, cosas indefinidas (Detroit y Charlotte).

El cartel no es para agotar las localidades, pero pinta apetecible para los más cafeteros. En el fondo, esta situación en la Conferencia Este es de lo poco salvable que nos queda hasta que los Playoffs hagan acto de presencia. Nos apuntamos a un bombardeo.