Hay momentos en los que lo teóricamente sorprendente ya ni siquiera impresiona. Cuando aquello que no debería pasar se convierte en una rutina que se asume con resignación, algo falla. Lo que tendría que ser un año de explosión y establecimiento en las más altas esferas se ha convertido solamente en lo primero, y no con una connotación positiva precisamente. A un ritmo lento pero seguro, la temporada de los Boston Celtics se está convirtiendo en un viaje de descenso a los infiernos.

El problema ya es definitivamente real tras un periodo de aceptación en el que el parón por el All-Star parecía un oasis en mitad del desierto. La preocupación lleva haciendo acto de presencia desde el principio de la campaña, aunque siempre se confiaba en un repunte que no termina de llegar. Y ya estamos en marzo. Es más, lejos de ser menor, el agujero parece hacerse aún más grande con el paso de las fechas. No es que el conjunto de Brad Stevens no encuentre la tecla, es que ni siquiera sabe dónde está el piano.

La sucesión de derrotas tras el mencionado parón no hacen más que confirmar unos temores que seguro mantienen en vela al técnico de los Celtics. De los cuatro encuentros disputados tras el partido de las estrellas, solo se ha estado cerca en el primero y el último de ellos. Perder en casa de los Bucks y los Raptors podía entrar en los planes, pero caer ante los Bulls y ser barridos de la pista en Toronto es introducir el puñal aún más profundo. Boston se está desangrando y pretende cerrar la herida como si nada al inicio de los Playoffs.

Esa espiral de autodestrucción que las vacaciones han acrecentado todavía en mayor medida sitúa a los Celtics en la quinta posición de la Conferencia Este; muy lejos del teórico legítimo puesto que le pertenece debido a la calidad de la plantilla. En estos momentos, no es nada halagüeño el futuro cercano de la franquicia de Massachusetts, y lo peor es que no hay visos de que la cosa vaya a cambiar.

Si las sensaciones en pista ya dejan mucho que desear —mayormente porque los verdes no la meten en una piscina—, lo que ocurre cuando suena la bocina final y los jugadores embocan los vestuarios es ya un verdadero despropósito. Declaraciones cruzadas y, en ocasiones, enigmáticas, culpas que vienen y van, un «líder» con un discurso peor al de Jorge VI antes de tomar clases y, en definitiva, un ambiente enrarecido en el que la tensión se puede cortar con un cubierto de plástico.

Toda esta situación nos deja dos sentimientos poco favorecedores e íntimamente unidos para los Celtics. El primero es el miedo por no alcanzar las cotas que se habían fijado en un primer momento con la plantilla que se había conseguido reunir. El segundo es el asco que produce precisamente que el temor se esté convirtiendo en realidad. En esa dinámica en la que todo sale mal, la escapatoria se hace cada vez más complicada. El maletero pesa por la cantidad de cosas negativas con las que se está llenando en cada parada del viaje. Esperemos que la aventura no acabe en la cuneta de la primera ronda de los Playoffs.

 

Los Celtics y su tren imparable

 

A muchos les sonará la película y no tanto los hechos reales en los que está mínimamente basada. En resumen, el gigante Denzel Washington y Chris Pine son los maquinistas de un tren que no puede ser detenido y que acabará descarrilando y provocando un desastre de enormes proporciones si no consiguen un milagro. Como ya se puede entrever, la analogía con un jugador en particular de los Celtics es bastante evidente. A Terry Rozier no hay quien lo pare. Y no; no es bueno.

En el marcado descenso del equipo en las últimas fechas, el base suplente de los Celtics ha cogido velocidad de crucero llegando a tocar una superficie que ningún jugador de la NBA desea pisar. En el despropósito generalizado, ‘El Tren’ está empezando a destacar por encima del resto. Viendo cómo está la franquicia de Massachusetts, son palabras mayores.

Como ya se trató en esta sección hace unas semanas, negar que Rozier está pasando por el momento más bajo en su corta carrera profesional —ahora que disfruta de minutos, claro— sería una necedad. No obstante, culparle de todos los males habidos y por haber de Boston es simplificar en demasía un problema que sigue agrandándose. En la última derrota ante los Trail Blazers no jugó y tampoco parece que la cosa fuese mucho mejor.

Ni los breves momentos en los que el ex de Louisville recupera la titularidad ante la baja de Kyrie Irving sirven para controlar una maquinaria llena de fugas. Rozier tendría que ser ese alivio en forma de puntos que aupara a la segunda unidad. Lo ha demostrado no hace tanto tiempo, pero lo cierto es que ahora mismo su tiro es menos fiable que un Don Nelson de abstinencia en Ámsterdam.

Con la seguridad de mantener el puesto en el equipo hasta final de temporada y ante la descacharrante situación de los Celtics, Rozier debería volver por los fueros que vimos en la campaña pasada cuando gran parte de la responsabilidad pasó por sus nerviosas manos. Si Brad Stevens y, sobre todo, él mismo son capaces de controlar la velocidad del tren para que recupere el trazado de las vías, las opciones de Boston pueden aumentar notoriamente.

 

Novatadas

 

Uno de los principales puntos de debate en el baloncesto NBA es todo el paripé que acontece durante el fin de semana de las estrellas. Los cambios en el formato son casi siempre anuales, y pese que hay cosas que han mejorado como el plato fuerte del domingo, uno de los eventos es, hablando claro, infumable.

El partido del viernes que disputan rookies y sophomores es un auténtico sinsentido que no atrae audiencias ni tampoco a unos jugadores con la cabeza puesta en qué clase de alcohol van a tomar después del trámite. El encuentro es un correcalles sin ningún tipo de orden ni defensa en el que todo el mundo quiere anotar su buen puñado de puntos y no mira al compañero. Si Kyle Kuzma no pasa el balón ni a LeBron, nadie puede esperar que lo haga con un jugador de los Hornets. Ni la restructuración para enfrentar a jugadores de Estados Unidos frente al resto del mundo ha conseguido convertir el duelo en algo que merezca la pena presenciar.

Si estamos hablando de jugadores que acaban de aterrizar en la máxima competición, vamos a tratarlos como tal. ¿Por qué no una sesión de novatadas? Una carrera de obstáculos por el barro, un concurso de triples con un rookie subido en una plataforma encima de una piscina, hacer de escudo ante las Kardashians para los All-Stars, encender los puros de Michael Jordan, llevar una campana y gritar «Tampering!» cada vez que Magic Johnson esté a menos de cinco metros de Anthony Davis y muchas más posibilidades que convertirían la noche del viernes en el momento estrella del fin de semana. ¡Escuchad a vuestra audiencia!