Veamos. Hace casi dos meses que no he tenido la oportunidad (comentario del editor: «las ganas») de escribir esta sección de, por qué no decirlo, prestigio internacional. De alguna manera u otra hay que compensar esta ausencia. Como no voy a escribir seis artículos de una sentada, tocaría hacer un resumen ¿Qué ha podido pasar en este tiempo con los Boston Celtics que merezca ser contado?

El equipo sigue yendo más o menos bien. La plantilla se resume en una acumulación de jugadores recién salidos de la enfermería, lesionados actuales, y otros a los que les faltarán dos o tres partidos. Por supuesto, Enes Kanter sigue siendo un agujero y Marcus Smart sigue juntando multas de la liga. Parece que no me he perdido mucho si puedo resumir gran parte de mi temporada de inactividad en cinco frases. O no.

Si algo ha cambiado, además de que por alguna extraña razón Semi Ojeleye ha anotado más de 20 puntos en el último partido, es el bestiario de los Celtics. No es que un jugador drafteado en la segunda ronda se haya convertido en una estrella de la noche al día, pero la evolución de estrella a monstruo de Jayson Tatum es digna de ser comentada.

El alero de la franquicia de Boston acaba de registrar el mejor mes de su corta carrera deportiva; un tiempo que sin duda no olvidará con su primera aparición en un All-Star Game de por medio. Ni una evaluación de Dwyane Wade podía arruinar estas fechas.

Tatum ha sido nombrado Jugador del Mes en la Conferencia Este con unos números de tronío: 30.7 puntos, 7.3 rebotes y 3.2 asistencias por partido con unos porcentajes de acierto solo alcanzables por la élite de la competición. Si alguno dudaba en que la estrella de los Celtics tenía ese no sé qué necesario, este febrero ha tenido que tragarse sus palabras. Recordemos que algunos iluminados decían que Kyle Kuzma era mejor. Perdónalos, pues no saben lo que hacen.

Más allá de la estadística,  no se recuerda a muchos jugadores vistiendo la elástica de Boston con una sensación parecida a que el natural de St. Louis ha dejado recientemente. Tatum ha emulado los mejores días de Paul Pierce, Isaiah Thomas o aquel rubio con bigote que algo jugaba al baloncesto. Es difícil jugar con la confianza que mostró Tatum con la pelota en las manos.

Tal está siendo el impacto de Tatum, que sus compañeros están sublimando el noble arte de «si puede solo, para qué molestar». ¿Verdad que es precioso que los resultados lleguen, cuente para tu historial, y no tengas que moverte de tu esquina? El 95% de los compañeros de LeBron James a lo largo de la historia se ha forjado una carrera así.

Como aún no es del todo perfecto, el bueno de Jayson a veces tiene que descansar y sentarse un rato en el banquillo, y ahí es donde los Celtics tienen un problema. Cambiar de disfrutar de lo lindo con Tatum a ver a esa dupla formada por Brad Wanamaker y Enes Kanter es casi tan perjudicial para la salud como unas vacaciones en Wuhan.

Ahora, y con los problemas físicos intermitentes de Kemba Walker y Jaylen Brown, Tatum tiene aún más responsabilidad en el devenir de estos Celtics en lo que resta de temporada regular. Boston sigue asentado en la tercera plaza de la Conferencia con algo más de diferencia respecto a unos Heat muy irregulares tras el All-Star y a un par de partidos de Toronto, que se aferra a la segunda posición con garras y dientes. En Tatum confiamos.

 

Los Celtics de la insistencia

 

Echando la vista atrás a la última edición de esta sección, la temática principal versaba sobre la cabezonería de Brad Stevens en según qué ocasiones. La obsesión casi enfermiza por confiar en la misma fórmula aunque se vea claramente que en determinados partidos no funciona –lo de sacar a Kanter en los momentos clave es para golpear paredes-, el tema de los tiempos muertos y el dejar hacer aunque se vaya cuesta abajo y sin frenos, son pecados capitales para el técnico de los Celtics.

Una muestra evidente fue el último duelo ante los Lakers. Boston se hizo con la ventaja en los instantes finales con un Tatum superlativo, y cuando la cosa se empezó a embarrar, Stevens no supo encontrar la vía de escape. Los jugadores cuyo nombre no es Jayson tampoco ayudaron; claro está.

Es evidente que nos encontramos ante un entrenador de principios. La experiencia ya nos ha hecho acostumbrarnos de cierta manera a estas “manías” que, salgan bien o mal, siempre merecen la pena recalcar. Lógicamente, todo aficionado de los Celtics valora y confía en lo que está consiguiendo Stevens en Massachusetts. Un ejemplo claro es cómo ha convertido a Daniel Theis en un pívot titular más que solvente en la NBA. Lo malo de ganar, es que al final siempre acabas queriendo más.

 

Choque de estilos

 

La NBA actual es, mayormente, un remanso de paz. Pese a ser rivales, los jugadores entrenan juntos, comentan sus publicaciones en redes sociales, se abrazan (o lo hacían antes de cierto virus) y se intercambian las camisetas tras los partidos… todo muy bonito. Por eso, siempre es agradable ver como dos de las máximas estrellas de la liga se tiran pullas en televisión.

La relación entre los dos últimos MVPs no es del todo cordial. Todo empezó cuando Giannis Antetokounmpo tiró una broma con pólvora en las elecciones de equipos para el All-Star (“no pasa el balón”), y ahora sigue con una entrevista a James Harden en la que, básicamente, califica al astro griego como físico y no talento.

Este “roce” rompe ligeramente la tendencia amistosa de la liga con LeBron nombrando sucesores como en un capítulo de la excelente “Succession”. ‘Anteto’ y Harden representan dos formas diferentes de entender el baloncesto y, aunque cada uno puede tener su gusto, hay que reconocer que los números que registran ambos jugadores solo están al alcance de unos pocos elegidos.

Personalmente, todo mal rollo y rencor entre dos estrellas de la liga es un contenido que no puedo alabar lo suficiente. No hay nada más bonito que los dardos dialécticos, los choques sospechosos en los partidos y las miradas asesinas. Lo compro todo.