Es otra forma de jugar. No necesariamente buena ni mala; solo diferente. No importa que cuando la pelota está en sus manos se oigan murmullos en la grada porque, en el momento, harán oídos sordos. Se acercan a las proximidades del aro rival y se juegan un lanzamiento que solo entrará en una ocasión de cada millón de intentos. Algunos se lo pensarían dos veces, pero Marcus Morris y Terry Rozier susurran al unísono: «Así que hay una posibilidad«. Los Boston Celtics conviven con esta osadía cada partido.

En un conjunto en el que la anarquía ofensiva ha ido haciéndose más notable, estas dos figuras representan el máximo exponente de una tendencia explosiva. Ante las habituales fases de descontrol y desacierto en ataque, la dinámica, lejos de volverse más ordenada para encontrar soluciones, se convierte en una sucesión de acciones sin sentido. La respuesta ante la situación de no acertar con ningún tiro es tirar más, mucho más rápido y peor.

Rozier y Morris llevan la voz cantante en estos recitales de malas decisiones que suelen acontecer con la mayoría de la segunda unidad en pista. La particular sinfonía del caos de estos Celtics cuenta con dos directores que convierten en arte algo que debería estar prohibido. Efectivamente, el resultado no suele ser bueno, pero cuando los instrumentos están debidamente afinados, hay que sentarse y disfrutar.

No hay nada más electrizante para un aficionado que ver como jugadores de estas características entran en combustión y arrasan con todo a su paso. Y que nadie piense que no se van a pavonear acordemente. Morris gritando en la cara de un rival tras un 2+1 o recordando a Joel Embiid el resultado de la eliminatoria; Rozier levantando a la parroquia del TD Garden mientras doma a Eric Bledsoe. Todo equipo necesita a su pareja de pirados.

El gran problema aparece cuando descubren que el súper zumo secreto de Michael Jordan es tan solo agua del grifo. Al igual que pueden triunfar haciendo las delicias del respetable, el fracaso puede ser estrepitoso. Boston ha visto en cuestión de meses como su base suplente se alzaba como héroe en los pasados Playoffs, y al gemelo bueno empezando a nivel estrella para ahora estar simplemente estrellado. Este problema proviene de hacer el baloncesto demasiado simple.

Lo verdaderamente preocupante, más allá de la habitual irregularidad de estos Celtics, es que se acerca el momento de la verdad, y buena parte de las opciones del conjunto dirigido de Brad Stevens pasan porque estos dos estén entonados. No es que vayan a ser los actores principales, pero los equipos que llegan a las más altas cotas en la lucha por el título suelen gozar de uno o dos secundarios en absoluta erupción para acompañar a los cabezas de cartel. Ahora mismo y siempre según el mapa, solo se han avanzado 10 centímetros en dirección a ese Aspen que simboliza el cumplimiento de los objetivos marcados. Ya sea con una furgoneta-perro o en una ridícula scooter, Morris y Rozier tienen que llegar cuanto antes al destino.

 

Celtics’ Finest

 

Convertirse en un referente en una franquicia como la de Boston es extremadamente complicado. Hacerlo en apenas dos años es una utopía. Tener ese reconocimiento sin haber colgado un banner del techo del TD Garden es prácticamente imposible. Parece que el constante desafío de las concepciones previas es el resumen de la carrera de un Isaiah Thomas que al fin ha recibido el homenaje que se merecía en la casa donde fue más feliz.

Después de que el homenaje a Paul Pierce empujara este día mucho más atrás en el tiempo, la visita de los Denver Nuggets a Boston era una fecha señalada en el calendario. Allí pudimos ver el enorme cariño que profesa la grada de la franquicia de Massachusetts a su ‘Little Guy‘ con un vídeo y la correspondiente ovación de una grada entregada a aquel que se dejó hasta los dientes por la elástica verde.

Emocionante con mayúsculas, no obstante, hay el que no comparte ni entiende el homenaje. ¿Cómo pueden rendirle tributo después de como lo largaron del equipo? Parece que Danny Ainge va puerta por puerta de los aficionados para pedir opinión. ¿Acaso no tiene derecho el fan promedio a volcarse con el que no hace tanto era su estrella? ¿Por qué cuando DeMar DeRozan volvió a Toronto nadie se puso tan digno?

Ainge es Thanos, Trump y Bolsonaro fundidos en un mismo cuerpo terrenal, mientras que Masai Ujiri es un General Manager ejemplar que solo mira por el bien de sus Raptors. Algo falla en este razonamiento. Dolerá más o menos, pero las razones por las que los Celtics acabaron traspasando a Thomas son incuestionables; al igual que lo hubieran hecho el 99% de los equipos.

Repitiendo por segunda semana consecutiva, el final que esta historia merece devolvería a Isaiah a Boston para acabar lo que empezó ganándose con el sudor de su frente. Bueno, si les parece bien a los puristas que consideran que el deporte es un reflejo de las películas de los Patos jugando al hockey hielo. La alta competición no está hecha para Disney.

 

Doc encuentra la carretera

 

Abandonó los Celtics porque quería seguir ganando. La idea era buena; la ejecución, no tanto. Doc Rivers no pudo convertir el ambicioso proyecto de los Clippers en un aspirante por derecho propio. Inquietaban, pero no llegaban a asustar. Ahora, con la disolución de ese núcleo de ‘Lob City’ y las marchas de Blake Griffin y Chris Paul, el técnico ha encontrado el atajo junto a la larga carretera por el desierto.

La franquicia menos lujosa de Los Ángeles está cuajando una temporada muy por encima de las modestas expectativas que auguraban el inicio de una lenta y dolorosa reconstrucción; eso salvo que algún agente libre de postín mordiera el anzuelo. No hizo falta. Incluso con una plantilla repleta de lo que en otro momento habríamos calificado como medianías, los Clippers van a acabar entrando en Playoffs de forma más que merecida.

Gran parte de la culpa recae en los hombros de un entrenador que ha convertido en diamantes todo ese talento en bruto que no había terminado de cuajar en otros pabellones NBA. Los Clippers vuelven a estar de moda antes de lo esperado. Ese vecino que había puesto una piscina en el jardín y una parabólica gigante vuelve a mirar con recelo a la casa de al lado. Más modesta, pero mucho más funcional.

Los Lakers no han pasado por alto lo que está ocurriendo al otro lado de la verja y, siempre según los rumores, han tocado el timbre para ver si Rivers puede hacer unas ‘chapucillas’ en su casa. La negativa ha sido rotunda. Doc ha encontrado un desafío muy bonito para reavivar su prestigio como técnico en la mejor liga del mundo. La chequera, por el momento, no ha impresionado al que ya ha construido su hogar.