Comienza una nueva temporada en la NBA y con ella, irremediablemente, también vuelve esta sección aclamada por la crítica (compuesta por un par de familiares) que semanalmente ofrece una visión peculiar de lo que acontece con los Boston Celtics. Y sí, es peculiar porque a veces el baloncesto queda en un plano muy secundario y estos artículos tratan sobre alguna que otra neura del que escribe. Los más veteranos por este rincón de internet ya saben a lo que me refiero.

En este primer texto de la campaña 20/21, la muestra no es lo suficientemente grande para sacar grandes conclusiones. Eso sería lo lógico. No obstante, perder la oportunidad de sobrerreaccionar a cuatro partidos de temporada regular sería desaprovechar unas bonitas líneas. Con un balance de dos victorias y dos derrotas en este inicio, hay una tendencia que sobrevuela peligrosamente el parqué cuando los chicos de Brad Stevens están en la cancha.

 

Los Celtics de la (r)evolución

Si reducimos el concepto del baloncesto a la mínima potencia, podríamos afirmar que la clave de todo este embrollo convertido en deporte consiste en atacar bien y defender bien. Parece simple, ¿verdad? A medida que pasan los años, los conceptos y tácticas en cada uno de estos áreas han ido evolucionando, pero ningún equipo se había planteado ser medianamente competitivo en la NBA eliminando por completo una de las dos partes de la ecuación. Estos Celtics son un conjunto de vanguardia.

Si algo podemos destacar de esta primera semana de campeonato, es que el cuadro de Boston no se ha explayado precisamente en la noble labor defensiva. Entre otras cosas, no se está corriendo para atrás en las jugadas de transición del rival y, por alguna extraña razón, los jugadores piensan que el triple ha sido ilegalizado cuando lo lanza el contrario. La intención es encomiable, pero el resultado está siendo regular.

Esta revolución baloncestística perpetrada por la franquicia de Massachusetts no tendría por qué ser duradera. Es justo recordar que en este curso atípico en el que apenas hemos tenido pretemporada, los equipos pueden tardar más en carburar que de costumbre. Una muestra de ello puede ser los resultados tan abultados que estamos presenciando en esta primera semana. Los Celtics, lógicamente, no son una excepción.

Con la vuelta de Kemba Walker a las pistas aún pendiente, la rotación más o menos definitiva de Stevens todavía no está fijada. El quinteto con Daniel Theis y Tristan Thompson podría y debería ser circunstancial, y con la vuelta del teórico base titular de los Celtics a las filas, lo normal sería volver a la alineación que vimos en los últimos Playoffs con la incógnita de la elección de uno de los dos pívots que ahora parten como titulares.

Que el pobre rendimiento en defensa en estos cuatro partidos sea entendible, no quita que, como espectador, sea francamente desesperante. El intento de (r)evolución es apreciable, pero la causa parece algo alejada de la realidad.

 

El mentiroso

Aunque personalmente valoro en gran medida el concepto de vivir de las rentas, he de decir que lo de Jeff Teague no me hace tanta gracia. El jugador recién aterrizado a la disciplina de los Celtics está sublimando esta actividad de una manera express en muy pocas semanas.

El ex base de los Timberwolves llegó a Boston sin mucho ruido, pero con la certeza de que mejoraría el papel de Brad Wanamaker desde el banquillo. Tampoco se tenía que esforzar mucho. Ante esa expectativa, Teague sorprendió a propios y extraños siendo uno de los mejores en la victoria ante los Milwaukee Bucks en el estreno de la temporada. Y ahí, comenzó el engaño.

Dándole una vuelta de tuerca a una frase ya mítica de la gran Sospechosos habituales, «El mejor truco realizado por el diablo, fue convencer al mundo de que SÍ existía». Desde aquel encuentro ante Giannis Antetokounmpo y compañía, Teague acumula un excelso 2 de 18 en tiros de campo. Podemos dar gracias de los dos triples consecutivos que anotó en la victoria de los Celtics en Indiana.

Tampoco podemos negar que su adaptación a la disciplina de Boston ha sido casi perfecta. El base suplente ha interiorizado estupendamente eso tan denostado y a la vez artístico conocido como fallar bandejas. Por suerte para el aficionado y por desgracia para el propio Teague, parece que los Celtics han encontrado al héroe que necesitaban en la figura de Payton Pritchard. El rookie promete aparecer alguna que otra vez en esta sección.

 

Campanas y zumbidos

Si estás leyendo estas líneas y eres un fiel seguidor de nuestro podcast, ya sabrás sobre qué versará este apartado. Además, te felicito por tu buen gusto. Si no es el caso, aparte que mucho estás tardando en escucharnos, puedo adelantarte que, desde hace un tiempo, tenemos una sección especial aderezada con campanas para meternos con los Sixers (de obligado cumplimiento para nuestros seguidores).

Philadelphia es uno de esos grandes equipos que portan la bandera del «parecía que sí». Además, el hecho de que últimamente acaben cediendo en Playoffs ante los Celtics, refuerza mucho uno de nuestros pilares: reírse de las desgracias (baloncestísticas) ajenas. Como ahora los Sixers parece que tienen un entrenador y un General Manager mucho más competentes, de momento vamos a dejar esta parte de lado para paladearlo a lo largo de la temporada.

Esta sección «campanera» nació de un sentimiento de asco-pena (más lo primero), y como en el fondo tenemos nuestro corazoncito, había que crear algo basado puramente en el amor y en nuestro gusto por el mundo del ferrocarril. Por ello, y también para vigilar con cierto rencor lo que hace Gordon Hayward, este año vamos a estar muy pendientes de los Charlotte Hornets.

El primer gran zumbido del año ha tenido nombre, apodo, apellido y hasta número. Terry ‘El Tren’ Rozier III está siendo uno de los nombres propios de este inicio de curso. Primero, anotando 42 puntos (máximo de su carrera) con 10 triples incluidos ante los Cavaliers, y segundo y posiblemente mucho más importante, dejando un mate en la cara de Kevin Durant que, de alguna manera, sirvió de venganza por lo que la estrella de los Nets había hecho en Boston horas antes. De nuevo, el único héroe en este lío.