Se puede estar incendiando la casa, que Slipknot esté ensayando en la habitación de al lado o, directamente, que se esté acabando el mundo. Lo último no parece tan descabellado recientemente. Da igual si cualquiera de estas cosas ocurre, porque si te pilla cómodamente acostado con la manta hasta el cuello, abrirás un ojo, suspirarás, y te darás la vuelta hacia el otro lado para continuar con tan ardua tarea. Si extendemos esta noble actividad al ámbito de la siesta grupal, los Celtics se están convirtiendo en un conjunto paradigmático.

El cuadro de Boston se encuentra inmerso en una de esas mini-crisis que, salvo contadas excepciones, pasa todo equipo de la NBA en la temporada regular. Perder con más frecuencia a lo que se acostumbra preocupa, pero la forma de hacerlo hiere. El equipo dirigido por Brad Stevens está pasando un mes de marzo perezoso en el que echan por tierra el trabajo de buena parte del partido en minutos en los que se ausentan de la contienda.

Las últimas derrotas ante Brooklyn y Oklahoma City, o el reciente susto ante Indiana, son muestras claras de un problema que es poco entendible para un equipo con la entidad de los Celtics. Ya no se puede hablar de victoria segura aunque los verdes tengan una ventaja más que amplia en el marcador. Así nadie se aburre, también hay que decirlo.

Razones hay muchas y sería injusto señalar a un único culpable. Quizás Stevens es el que se está llevando más acusaciones con su inoperancia en determinados momentos y su insistencia, pero eso ya lo tratamos la semana pasada. Tampoco podemos obviar que cuando los Celtics se encuentran en una posición cómoda y dan más minutos a la segunda unidad,  la costumbre de anotar puntos se convierte en una tarea prácticamente astrofísica. Todo se magnifica cuando, además, los titulares no rozan ni el 50% de acierto.

Cuando estos atisbos de remontadas por parte de los rivales empiezan a formalizarse, Stevens tiene que sacar a los “perros grandes” para solucionar la papeleta, no obstante, nunca fue fácil despertarse de la siesta. Todavía con las legañas en los ojos, los jugadores de los Celtics permanecen adormilados en una posición fija, miran de reojo para que nadie les pase la pelota y, en el caso que ese esférico anaranjado caiga en sus manos, fuerzan un lanzamiento como el que tira una bola de papel a la basura con el mítico: “si la meto, apruebo”.

En este último escenario, hay varios elementos a tener en cuenta: Jayson Tatum no va a anotar 50 puntos todos los días, Kemba Walker está físicamente tieso, Jaylen Brown es el protagonista de esta semana en la sitcom “Hospital Celtics”, y Gordon Hayward da un paso a un lado –de manera forzosa o voluntaria- en los momentos calientes. Los demás, exceptuando al siempre fiable Daniel Theis, ni están, ni se les espera.

Con la total esperanza en que esto solo sea un bache pasajero, estos Celtics deben empezar a pensar en cerrar filas y ponerse serios. Ya no solo de cara a la clasificación de la temporada regular, sino a unos Playoffs que se van atisbando en el horizonte y que no dejan tiempo de adaptación. Toca despertarse, lavarse la cara y activarse rápido para llegar en plena facultad de condiciones al momento decisivo del curso. No hay cinco minutitos más que valgan.

Excesos de estrella

 

Vamos con una opinión personal. A cara descubierta, reconozco que yo soy de esos que prefieren que los jugadores de su equipo de fútbol no vayan con sus respectivas selecciones nacionales. Mientras unos claman al cielo porque su delantero centro no juega un importantísimo amistoso contra la potente selección de San Marino, yo pienso: “mejor, así no se lesiona”. Por supuesto, este sentimiento traspasa deportes y me pasa algo parecido con los Celtics.

Entiendo la importancia que conlleva que los jugadores de Boston sean seleccionados para el All-Star, pero, sencillamente, prefiero que no jueguen. ¿Ir a un duelo que no significa prácticamente nada y que en un mal apoyo te puede tirar al traste toda la campaña? Pasando. Apoyo más la idea de que se pasen una semana en el sitio paradisiaco de turno rascándose la parte que todos os podéis imaginar.

Por ello, me mosquea sobremanera que Kemba Walker, aun llegando algo tocado al fin de semana de las estrellas, jugara tantos minutos en el partido del domingo y ahora parece que el que está en pista es su primo de 40 años haciéndole un favor. Todo sea dicho, con el historial de lesiones de los Celtics, tampoco era descartable dos meses de baja por caerse de una hamaca o una salmonelosis por una tortilla del servicio de habitaciones.

Si tan claro estaba que Walker llegó al All-Star de Chicago con evidentes problemas en la rodilla y, según parece, tenía una restricción de minutos para el partido, no entiendo cómo acabó jugando tanto. Seguramente, aquí tendremos que culpar al base por no cuidar su físico para el retorno con el equipo que, al fin y al cabo, paga su sueldo religiosamente.

Veremos si Kemba es capaz de recuperar un buen tono progresivamente y no tengamos que acordarnos de esa maltrecha rodilla en un par de meses. Estas son las cosas que pasan cuando un jugador que no se lesiona nunca, firma con los Celtics.

La cama

 

No hace tanto, los Brooklyn Nets eran un equipo simpático que luchaba para salir del hoyo después de una serie de traspasos algo cuestionables. Esa afinidad era aún mayor para los aficionados de Boston, ya que esos movimientos han llenado de inmensa alegría sus corazones durante los últimos años. Con jugadores que no llegaban al rango de estrella haciendo maravillas y un técnico más que solvente con el material que había heredado, el conjunto neoyorquino era de esos a los que gustaba ver ganar. Hasta que llegaron Kyrie Irving y Kevin Durant.

Con el aterrizaje de dos de las figuras más talentosas, y a la vez más controvertidas del campeonato, los Nets se las prometían muy felices en el futuro cercano, pero todos intuíamos que iba a comenzar a oler raro pronto. Da igual que no jueguen, pero su halo de “malrollismo” inunda todo por donde pasan. De eso puede dar fe, Kenny Atkinson.

El hasta hace unos días entrenador de los Nets, fue apartado de su puesto sorprendentemente y las informaciones y rumores no han dejado de fluir desde entonces. El factor común parece ser la patada por la espalda de algunos de sus jugadores que, parece, no estaban muy de acuerdo con su continuidad. Enseguida salieron los nombres de Irving y Durant por historial, aunque otros han señalado a Spencer Dinwiddie como gran artífice de la traición.

Fuera el que fuera, la decisión de la franquicia de Brooklyn es tremendamente incomprensible porque Atkinson estaba haciendo un muy buen trabajo con el equipo. Después de algunos años por el desierto, los Nets parecían haber encontrado ya su camino y ahora han tirado mucho por tierra de manera atropellada. Esta cama les puede acabar costando muy cara.