Los Boston Celtics consiguen el pase a la segunda ronda, tras una serie que por momentos consiguió que los equipos encargasen unas nuevas canastas de baloncesto que sustituyesen a las ya melladas por tanta piedra. Con un 4-0 que no refleja la igualdad que se vivió en cancha, los de Brad Stevens superaron a unos Indiana Pacers faltos de talento, que por momentos recordaron a esos Celtics de antaño, tan cerca y a la vez tan lejos.
El barro del Este
Poca gente se esperaba un baloncesto vistoso y espectacular cuando los emparejamientos se conocieron, y esta primera ronda no les sorprendió. Celtics y Pacers plantearon una serie física, dura, lenta y centrada en la destrucción, con las transiciones cobrando vital importancia y en la que, cuando se jugaba a media pista, todo se volvía denso y solo fogonazos de talento podían resquebrajar el barro bien compacto que propusieron ambos equipos.
Los de Stevens, en ataque, supieron sacar réditos de las ventajas que conseguía crear Kyrie Irving, moviendo muy bien la pelota por momentos, y con un acierto superior a sus rivales que decantó la serie. Cuando el base no tenía la noche, Tatum y Horford tomaban el relevo, y si ninguno de esta terna encontraba el aro, siempre salía un cuarto jinete que rellenase de puntos la tarta. Brown, Morris, Rozier y Hayward, con actuaciones muy buenas, salieron al rescate cuando más los necesitaban, decantando la balanza para los Celtics en los instantes más igualados de cada encuentro.
Por parte de los de Indiana, su ataque, aunque bien planteado, no consiguió llegar al punto de ejecución necesario para acercarlos a la victoria. Centrados en dar de comer a un Bogdanovic que no estuvo cómodo en toda la serie, vivieron de segundas oportunidades tras rebote, de un Collison que se aprovechó muy bien de su velocidad, y de ciertos minutos de Sabonis y Evans desde el banquillo, que complicaron la vida a la segunda unidad de los Celtics.
En defensa Boston demostró un estado de forma que no habíamos visto en toda la temporada, con una intensidad y concentración dignas de lo que se estaban jugando. Con la baja de Marcus Smart, Jaylen Brown fue el encargado de ocuparse del mejor jugador rival, y el #7 nos recordó a ese jugador que en sus primeros años destrozaba a sus rivales a base de secarles en campo propio.
En general el nivel de los de Stevens fue soberbio, con pasajes de auténtica excelencia ante un rival sin mucho talento, pero que demuestran un saber hacer esperanzador de cara a lo que se viene. Como fallos más destacables, los Celtics sufrieron con el pick central de Collison (que se aprovechó de la diferencia de velocidad contra Tatum), y la sangría en los tableros fue tal que cerrando un poco mejor los rebotes la serie se hubiese decidido sin tener que llegar a los finales siempre con todo por decidirse.
Los Pacers. en su lado de la pista, jugaron a lo que llevan haciendo toda la temporada portadores de un baloncesto granítico, súper agresivo y digno de una de las mejores defensas de la liga.
Robando balones y con muy buenas defensas individuales, no pudieron contener a Kyrie Irving de ninguna forma, y su fallo más remarcable llegó en las ayudas secundarias. Por momentos decidieron hacer trap al base de los Celtics, pero los de Boston son un equipo que sabe salir muy bien de esas situaciones, y se lo hicieron pagar. El hecho de jugar tan tradicional pasó factura a los de Indiana, que no llegaron a las coberturas concediendo excesivos tiros abiertos.
En definitiva, una serie muy igualada que se centró en dos defensas de élite y que se decantó del lado verde gracias al talento individual de sus principales jugadores, que llegando los instantes decisivos de cada partido, supieron ejecutar infinitamente mejor que los de McMillan.
Deer season is open
Si bien todavía no está confirmado, parece cantado que el rival de los Celtics serán los Bucks del titán Giannis Antetokounmpo. Sin adelantarme a una previa que llegará en los próximos días, los de Stevens pueden estar contentos, ya que llegan en el mejor estado de forma que se les recuerda desde hace tiempo.
Su estrella, Kyrie Irving, ha demostrado que su récord en Playoffs no es cosa de suerte, sabiendo salir en los momentos cruciales y no dejándose llevar por malas actuaciones en el tiro. Muy inteligente a la hora de leer el juego, tanto para él como para sus compañeros, el base corrobora las declaraciones de todo el año haciendo ver que en postemporada va a ser un hueso duro de roer.
Por otro lado, los Celtics han sabido dar uso a su antaño temida profundidad. El talento estaba ahí, pero no han conseguido aprovecharlo hasta el inicio de la fase eliminatoria. Casi todos los jugadores de rotación importantes han tenido su momento para brillar, desesperando a unos Pacers que cuando pensaban que tenían a todos atados se encontraban con un invitado no esperado a la fiesta. Destacables son las actuaciones de Rozier y Hayward desde el banquillo (aunque el resto de jugadores no se han quedado atrás).
El primero ha pegado un cambio bastante drástico respecto a una temporada que dejaba mucho que desear. Sus números más básicos no son una locura, pero su nivel defensivo y su vuelta a lo simple en ataque le están valiendo muchos minutos en pista. Con la baja de Smart los Celtics lo necesitaban, y está sabiendo responder.
El segundo, si bien ya venía avisando, demostró en el Game 4 que está en su mejor estado de forma justo en el momento más importante. No solo por sus puntos, sino por su temple a la hora de cerrar partidos que apuntan un gol en el casillero de un Stevens que ha confiado en el #20 durante toda la temporada para esos instantes. Recogiendo los frutos, su importancia es capital de cara a series más complicadas.
Los Boston Celtics, cumpliendo su palabra, están empezando a parecerse a ese equipo del que tanto oímos hablar y tan poco hemos disfrutado. La temporada regular queda ya muy lejos, y en Boston saben que van a dar guerra. Con el cartel de favoritos colgado de otros cuellos, Irving y compañía llegan a la segunda ronda pletóricos de confianza, veremos si dan la sorpresa.
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Tomasz Kordylewski