El 2021 está siendo un año complicado para los Boston Celtics. La irregularidad en el campo de juego parte desde las decisiones en los últimos tiempos en los despachos del Auerbach Center, y dejan un manto de incertidumbre hacia el futuro.
Hoy traemos una reflexión surgida en el último directo propiciada por la mala noche que venían llevando los dirigidos por Brad Stevens. Juan Milito y un servidor, abrimos la puerta a la discusión de dos modelos diferentes entre los que tendrá que optar la franquicia en el corto plazo.
El General Manager de los verdes se ha metido en un callejón, conducido por cuestiones fortuitas y malas decisiones de su parte, lo que lleva a un verano en el que las opciones se limitan a romper lo armado o apostar al desarrollo.
¿Cómo llegaron los Boston Celtics a este punto?
Danny Ainge ha sido siempre un apostador. En el verano de 2017 tomó un camino que a la postre terminaría limitando el presente de la franquicia de Massachusetts. El traspaso que enviaría a Isaiah Thomas, Jae Crowder, Ante Zizic y la primera Ronda del 2018 a Cleveland por Kyrie Irving, no salió como se esperaba.
En el momento fue una decisión polémica, pero con sentido desde lo deportivo, algo que le cubrió la espalda de detractores al dirigente verde, pero solo bastaron cinco minutos del juego inicial para que volara por los aires.
La fatídica lesión de Gordon Hayward (recientemente incorporado como agente libre), sumada a la del propio Irving a mediados de temporada, trastocó los planes a futuro para siempre.
De la desgracia apareció la esperanza en forma de Jayson Tatum, Jaylen Brown y Terry Rozier, que supieron cargar con la responsabilidad, para llevar al equipo a finales de conferencia y caer en siete juegos ante Lebron James y compañía.
La vuelta de Hayward y de Irving ponían a los Celtics como firmes candidatos al anillo. Ese plantel plagado de talento, un mix perfecto entre experiencia y juventud, hacía relamerse a los aficionados verdes que veían la chance de disputar la hegemonía de los Warriors.
Si la esperanza había durado 5 minutos en la temporada anterior, está vez fue una prolongada crónica de una muerte anunciada.
La química del equipo fue pésima, los jugadores nunca entendieron sus roles, Hayward necesitaba más tiempo de recuperación, Irving pasó de prometer renovación, a sembrar un manto de dudas en el medio de la misma, y Danny Ainge no quiso arreglar lo que ya era evidente que estaba roto.
El precio se pagó en verano. Kyrie Irving y Al Horford se bajaron del barco, y Ainge tuvo que tomar lo que le daban para palear un presente que pintaba negro. Eligió la seguridad de Kemba Walker a la apuesta de Rozier, decisión lógica en el contexto, pero a la postre errónea ya que terminaría achicando más su margen de maniobra en los despachos.
Con un Kemba Walker limitado desde lo físico, y con pérdida de valor en el mercado, necesitaba asegurarse a sus dos mayores activos: Jaylen Brown y Jayson Tatum firmaron su continuidad, dejando tres máximos para la venidera 2022.
En el medio, Gordon Hayward salió rumbo las planicies doradas de North Carolina, y Ainge se ató más las piernas al firmarle dos años garantidos a Tristan Thompson, lo que terminaría a la postre costándole la renovación de su mejor interno: Daniel Theis.
Ahora el panorama muestra cero activos en formas de primeras rondas (Boston tiene solo las propias), e incluso ha perdido las segundas en medio de las operaciones secundarias realizadas.
En vistas de no entrar en el hard cap salarial, la llegada de un contrato que expira como el de Evan Fournier, abre más la incógnita de lo que vendrá. A esto hay que sumarle una plantilla muy joven, con jugadores sin desarrollar y de futuro incierto.
La discusión de si los drafteos fueron malos o buenos, o si no se usaron para mejorar la plantilla vía traspaso es otra discusión, pero que en cierto punto también es causa y consecuencia de este presente.
Entonces… ¿Qué hacer?
Los dos caminos para el futuro de los Boston Celtics
El verano del 2022 es el momento en que Danny Ainge tendrá que tomar decisiones, en busca de un futuro que no termine con Jayson Tatum pidiendo el traspaso a otra franquicia para juntarse con la estrella de turno en un contender.
El inconveniente como vimos en el apartado anterior, y debatimos en el último podcast de Despacho Celtics, radica en que no hay un camino que sea seguro o de las garantías de éxito que presupone la apuesta inicial. Lo que queda claro desde mi punto de vista, es que una decisión intermedia entre estas dos opciones no es viable.
Romper el eje en busca del corto plazo
Hace un tiempo, Sergio Hernández dijo en el podcast que Ainge se metió en una encerrona que puede presionarlo a tomar una decisión drástica en el verano de 2022.
Esta visión se ha reforzado tras la dead line, ya que deberá afrontar la renovación de Evan Fournier y se le acortarán los márgenes de movilidad mucho más teniendo en cuenta que tiene tres contratos máximos en los libros.
Por este motivo, la única forma de reforzar la plantilla y colocarla en posición de contender sin caer en medianías será poniendo en la mesa de negociaciones a jugadores como Jaylen Brown y Marcus Smart.
Kemba Walker al día de la fecha es un jugador sin mercado al cual solo se lo puede traspasar poniendo activos encima por jugadores de rotación, es una opción, pero no de las más factibles si se quiere acelerar los tiempos competitivos.
Los jugadores a ir a buscar vía traspaso no están claros, pero si el general manager quiere realizar algún tipo de intercambio por una estrella deberá poner a sus mayores activos en la mesa de negociaciones.
¿Cuán factible es que esto suceda? Si tomamos en cuenta que los Boston Celtics pagarán indefectiblemente el impuesto de lujo el año que viene, no tiene sentido hacerlo para continuar en la medianía.
El no entrar en hard cap, le posibilita no pagar impuestos exorbitados, pero esto no justifica el hacerlo por un plantel que su mayor techo es la segunda ronda de Playoffs.
La siguiente pregunta que surge es ¿Cómo hacer un movimiento para escalar a el rango de los pesos pesados del Este? Esa es una cuestión todavía más complicada, por lo que no podemos limitar todo a un solo movimiento.
Si Brown y Smart están en el mercado en 2022, se le unirán seguramente alguno de los jóvenes del plantel par ir en busca de un segundo jugador.
Pero esto no termina ahí, hay que reestructurar el plantel con veteranos y contratos mínimos para complementar el roster. Es difícil pensar como Ainge puede pegar una sacudida de este tipo en el contexto actual de la NBA, pero apremiado por las circunstancias, puede hacerlo, sus antecedentes marcan eso.
Los Boston Celtics y la opción desarrollista
La segunda opción no es para ansiosos y presenta tantas dudas como la primera. Los riesgos son amplios, por dos motivos: el material a desarrollar no presenta garantías, y en el proceso pueda que pierdas a uno a los dos Jays por cansarse de esperar.
Lo primero que habría que hacer para meternos de lleno en esta opción es traspasar a Kemba Walker, en una operación que claramente los Boston Celtics perderían en post de liberarse del jugador.
El siguiente movimiento es no renovarle a Evan Fournier y apostar al desarrollo de jugadores como Robert Williams, Romeo Langford, Aaron Nesmith y Grant Williams.
Ya sé lo que están pensando, no es nada sexy la opción, pero es otro de los caminos a seguir si se tiene paciencia y se convence a los Jays que el camino es éste, para luego poder sumar otro talento en la línea temporal de los primeros.
Robert Williams y Romeo Langford son los que más crecimiento prometen, pero el inconveniente radica en sus problemas crónicos de salud. Aron Neismith es una verdadera incógnita, y Grant Williams este año ha dado un paso hacia atrás en su evolución/involución.
El Draft en este sentido puede aportar una nueva vía si se elige este camino, porque las derrotas acompañarían el proceso, pero este juego es muy peligroso jugarlo con Tatum y Brown entrando en sus primeros años de prime.
Como verán, ambas opciones traen muchas dudas, pero algo está claro, Ainge no puede tomar una vía intermedia, porque el resultado sería navegar en la medianía de la tierra de nadie, con el resultado que todos no quieren ver: la partida de los Jays.