Quizás me esté volviendo un poco pollavieja pero a estas estrellas de hoy en día soy incapaz de entenderlas. Ni entenderlas ni respetarlas. No estoy hablando de las súper estrellas que deciden unir cobres en lugar de batirlos durante su agencia libre, saludos a LeBron James y Kevin Durant, sino a esos otros que están un escalón justo por debajo y ni siquiera son capaces de esperar a que acabe su contrato para salir de la franquicia que los eligió en el Draft.

 

Malditos Millenials

Contaba ayer Javier Bógalo en un interesante hilo de twitter cómo solicitó Karrem Abdul-Jabbar su salida de Milwaukee: en una reunión con los dirigentes, explicando sus motivos y jamás diciendo nada a la prensa para no dañar su valor de mercado. Esto es algo comprensible que ocurra, la NBA no deja de ser una empresa y los jugadores trabajadores, por lo que no puedo estar más que de acuerdo con que busquen el mayor sacar el mayor rédito posible al trabajo que realizan. El problema viene al estar controlada y regulada la escala salarial, con lo que se hace difícil argumentar que solo eres un trabajador buscando mejores condiciones, que las puede haber, pero generalmente este tipo de traspasos se solicitan porque el jugador quiere más focos y estar más cerca de casa. Desde Carmelo Anthony a Kawhi Leonard, pasando por Paul George, todas estas estrellas de nueva generación no solo han pedido el traspaso (algo legítimo) sino que han puesto en una situación imposible a la franquicia.

El caso de Carmelo vamos a dejarlo a un lado porque al estar los New York Knicks involucrados cualquier cosa es posible, hasta que acabes sobrepagando por un jugador al que le quedan meses de contrato y que ha filtrado (y gritado en una boda) que quiere irse a tu franquicia. Decir a los medios que te quieres ir a un equipo en concreto dinamita las opciones de tu actual franquicia de sacar por ti un valor parecido al que ellos te otorgan: ya saben, si tu quieres llevarte a un jugador el precio es alto porque no quiero deshacerme de él pero si tú tienes problemas en casa o me lo das al precio que te doy o te quedas sin él a final de temporada a cambio de un «buenos días y gracias«. Cualquiera que no esté de acuerdo con esto solo tiene que comparar los casos de Kyrie Irving y Paul George el verano pasado para comprobar cómo afecta a un equipo tener a un profesional o a una diva, pese a que Víctor Oladipo explotó a un nivel que no era imaginado por nadie y Domantas Sabonis se ha establecido como un sólido jugador en la NBA, el montante parecía ridículo en comparación con un Isaiah Thomas que venía de quedar quinto en la votación al MVP, el último de los picks de Nets (finalmente fue #8 en el NBA Draft 2018), un buen jugador como Jae Crowder y Ante Zizic. Repito, no analicemos el traspaso con los ojos de quien ha visto la última temporada y a Danny Ainge ejercer magia negra, vamos a intentar recordar lo que dijimos cuando ambos traspasos tuvieron lugar, ¿lo tenemos? Pues sigamos.

 

Kawhi Leonard y su tío Gríma

Si hace un año nos hubieran preguntado «¿Cuál es el último jugador de la NBA del que esperarías que apuñalase en el corazón a su franquicia y entrenador?» todos habríamos respondido que Loul Deng, a fin de cuentas el alero va a cobrar 72 millones de dólares por jugar 30 partidos al año mientras vive en Los Angeles. Pero en el 99 % de los casos nuestra segunda respuesta habría sido Kawhi Leonard. Serio, callado, de apariencia tranquila y casi tímida, el jugador californiano parecía (parecía no, estaba siendo) el heredero ideal de Tim Duncan. Con 22 años ganó un anillo siendo MVP de las Finales tras realizar la defensa más efectiva que habíamos visto sobre LeBron James y pese a su lesión en el cuádriceps, su último año de verdad en San Antonio fue de un candidato al MVP de la temporada regular.

Posteriormente, lo que todos sabemos… o desconocemos. Una lesión que no parecía tan grave acaba apartando al jugador de la pista durante meses, un compañero más veterano y con una lesión más grave se recupera antes, vuelta a la cancha durante nueve partidos, una supuesta recaída y no supimos más de lo que pasó en ese ambiente pero en menos de cuatro meses pasamos de escuchar a Kawhi Leonard decir en rueda de prensa «me quiero retirar aquí» a un silencio total por su parte, indirectas de Gregg Popovich a su círculo, un ataque frontal de Tony Parker (es francés) y una supuesta reunión en la que sus compañeros le piden que vuelva a jugar puesto que entienden que está sano. Hasta aquí, la verdad es que no hay nada reprochable en la actitud de nadie: el jugador calla, pero es que siempre lo ha hecho y solo se sabe que está centrado en su recuperación, mientras el equipo simplemente expresa su frustración ante el hecho de que haya un jugador que no confía en la mejor organización de la NBA durante los últimos 22 años.

Lo que es inaceptable es lo ocurrido durante las últimas semanas.

Hay quien culpa al tío de Kawhi Leoanrd, aquel que acogió al jugador cuando aún era un niño que había perdido a su padre en un crimen aún sin resolver, de estar susurrando al oído de su sobrino como Gríma «Lengua de Serpiente» lo hace al oído de Theoden. Según las informaciones que tenemos a día de hoy, el entorno de Kawhi Leonard cree que la franquicia se equivocó con el diagnóstico de su lesión y receló de que ellos buscasen una segunda opinión. Lo que no explica nadie es cómo pasas de ese cabreo a filtrar a la prensa que el jugador no solo quiere ser traspasado sino que el próximo verano quiere firmar con los Lakers (¡perdiendo 80 millones de dólares por el camino!) – lo que pone a la franquicia en el brete que ya hemos comentado con anterioridad.

 

El jugador está en el mercado y Danny Ainge es el mercado

Tras estas mil palabras de explicación, aquí estamos otro verano más: una estrella descontenta sale al mercado y Danny Ainge lanza la caña para compensar el dolor de no haber tenido los activos necesarios para hacerse con los servicios de James Harden el día que salió al mercado. De acuerdo con lo filtrado por Adrian Wojnarowski (que no es tampoco la mejor fuente para informarse sobre qué pasa en Massachusetts) los Boston Celtics ya habrían hecho una oferta a la baja por Kawhi Leonard el pasado febrero pero las negociaciones no habrían durado más de lo que tardas en colgar un teléfono.

Hasta dónde están interesados los Orgullosos Verdes en el alero californiano es difícil de averiguar. Obviamente, si el jugador está sano es uno de los tres mejores jugadores de la NBA, un claro candidato al MVP, se convertiría automáticamente en el menor jugador del equipo y hasta hace unos 10 meses parecía tener el carácter y actitud perfectos para encajar en una franquicia como los Celtics y en un entorno como el de Nueva Inglaterra. El problema reside en que no sabemos nada ni de su estado de salud ni quién es realmente Kawhi. Steve Bulpett, el periodista mejor informado sobre lo que pasa en Waltham, ha dejado claro que Danny Ainge no tiene ni la menor intención de hacer una buena oferta hasta no tener informes médicos que prueben la buena salud de Leonard ni el permiso de los Spurs para hablar con él acerca de continuar con su contrato más allá de 2019.

¿Qué entendemos por una buena oferta? Cualquiera que incluya a uno de los tres jugadores que están cobrando el máximo salarial (Al Horford, Kyrie Irving y Gordon Hayward), a uno de los dos jóvenes que están llamados a marcar el futuro de la franquicia (Jaylen Brown y Jayson Tatum) ni el pick de primera ronda de los Sacramento Kings que tienen los Celtics desde el traspaso del pick #1 del NBA Draft 2017. Lo que nos queda, Terry Rozier, Marcus Morris, Gerschon Yabusele, Semi Ojeleye, Robert Williams y un montón de rondas no son suficientes para igualar el valor de Kawhi Leonard en condiciones normales… pero es que no estamos en condiciones normales. Así que Danny, ya sabes: estate quieto.