Anton Johann Gross-Hoffinger, geógrafo, lexicógrafo, autor y editor austríaco, es autor del relato de la batalla más estúpida de la historia. Según  su relato, el 17 de septiembre de 1788 el imperio austríaco y el otomano llevaban ya un año en guerra, una actividad a la que le dedicaban cierto tiempo cada varios años porque, bueno, era el Siglo XVIII y tampoco es que hubiera mucha hostia que hacer.

La cuestión es que, ese día, los austríacos desplazaron un ejército de unos 100.000 hombres hasta la ciudad de Karansebes, en la actual Rumanía y, por aquel entonces, fronteriza entre ambos imperios.

Es importante para la historia conocer que el ejército allí acampado a la espera de que llegasen los turcos, estaba formado no por aguerridos patriotas austriacos con apariencia de Gobernador de California, sino que sus tropas eran una amalgama de soldados sometidos en tierras italianas, serbias, croatas, húngaras y rumanas que, por supuesto, no hablaban ni una pizca de alemán y difícilmente podían comunicarse entre sí.

Como llegaron pronto y por los alrededores de Karánsebes no se veía a nadie, mientras esperaban al resto de las tropas, los húsares que iban a la vanguardia dedicaron la mañana a buscar posibles enemigos… sin ningún tipo de éxito. Pero lo que sí encontraron fue a un grupo de gitanos bien provistos de aguardiente.

De nuevo, estamos en el 1700 y pico, por lo que aún quedan un par de siglos hasta la invención de la mensajería instantánea. Así que, sin enemigos a los que vigilar o que repeler, y varias horas aún que matar hasta la llegada del resto del ejército, los húsares decidieron aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid, y compraron a los gitanos que se habían encontrado en su misión de exploración, unos cuantos barriles.

Cuando los húsares ya estaban como Dennis Rodman cuando Phil Jackson le concedía un par de días libres, por fin llegó a Karánsebes un contingente de infantería de su propio ejército que, al ver la que tenían montada estos, pidieron un trago.

Cualquiera se haya molestado en leer un par de idioteces en twitter de alguien con serpientes en su avatar sabrá qué es la Mochila Austríaca; pero si no tienes ni idea de economía, ni tampoco apellidos separados por un guion, solo has se saber dos cosas: ese modelo no te interesa, y su nombre deja entrever que a los austriacos lo de la generosidad y el compartir bienes y servicios no es algo que les guste demasiado.

— Joe Viray (@JoeVirayNBA) June 14, 2022


Vamos, que no solo es que no les dieran ni medio trago del aguardiente, sino que llegaron a construir barricadas alrededor de los barriles, comenzando una batalla entre dos contingentes del mismo ejército.

Pero el auténtico caos surgió cuando, tras escuchar un disparo, los rumanos empezaron a gritar:

  • «¡Turcii! ¡Turcii!» («¡Los turcos!»)

Lo que hizo que los húsares, completamente borrachos, se asustasen y salieran corriendo del susto, mientras que las recién llegadas tropas de infantería se dispersaban.

Ante esta situación, los oficiales – estos sí, austríacos – intentaron poner un poco de orden en el caos, pero, de nuevo, el idioma era un problema y sus gritos:

  • «¡Halt!«, («Alto»)

Fueron interpretados por los soldados como un claro:

  • «Alá«

Exacto. Los soldados creyeron oír «¡Alá!», el supuesto grito de guerra de los otomanos, y el caos se multiplicó, convirtiéndose aquello en un sindiós de gente corriendo de un lado para otro en el que nada parecía tener sentido.

Como las desgracias nunca vienen solas, es en este momento cuando llegan aún más tropas. Por un lado, cuando la caballería recién llegada ve a los ebrios y asustados húsares dando vueltas alrededor del campamento como pollos sin cabeza, entiende, lógicamente, que esos desarrapados solo pueden ser la caballería turca que está atacando el campamento austríaco. Así que se lanzan sable en mano a matar a sus compañeros de filas.

Un error que no comete la artillería. Cuando esta llega a Karánsebes minutos después, identifica claramente a los húsares que andan dando vueltas a lo loco como sus compañeros, pero, entonces ¿Quiénes son esos aguerridos caballeros que la acaban de emprender contra ellos?

Turcos, claro.

Así que abren fuego.

Tras unas horas en las que las distintas unidades del ejército austriaco se atacaban entre sí, creyendo todas que estaban aplastados por un ejército turco que estaba por todas partes; por primeravez , todos ellos toman una decisión en conjunto: huir. Aunque fuese cada uno por su lado.

Una huida durante la cual, el caballo del emperador se asustó y José II acabó en un charco cubierto de mierda hasta las rodillas.

Me van a perdonar ustedes lo que acaban de leer, pero por alguna razón esto es en todo lo que he podido pensar tras los minutos finales del Game 5 de estas finales entre los Golden State Warriors y unos Boston Celtics que han elegido el peor momento del año para recaer en muchos de sus peores vicios: pases sin tensión, poco movimiento de los jugadores sin balón y aclarados innecesarios que se traducen en el único factor capaz de minar, por sí solo, las dos grandes fortalezas de este equipo, la defensa y el ataque a media pista: las pérdidas.