En el que quizás es el vídeo con más tensión sexual que hay en esa plataforma dirigida a niños, adolescentes pre-púberes y nostálgicos – anteriormente conocidos como filofascistas – que es YouTube, el pobre Jimmy Fallon está por arrancarse la piel de la cara a tiras cuando descubre que tuvo una cita con Nicole Kidman… pero él no se dio cuenta de lo que estaba pasando en ningún momento.
En su defensa: ¿quién en su sano juicio puede pensar que tiene la menor oportunidad con alguien como Nicole Kidman? Aún sabiendo que gente como Tom Cruise y Keith Urban han mantenido relaciones de años con la australiana, lo normal es mirarla y cabrearse pensando en la cantidad de buenos momentos que podríais compartir si pertenecierais a la misma especie.
Quizás por eso, el pobre Fallon la recibió en su casa comiendo cheetos, jugando a la play y en chándal. Como el chaval que todos somos cuando no hay nadie mirando.
Algo parecido le ha pasado a los Boston Celtics esta temporada. Tras las salidas de Al Horford y Kyrie Irving (aleluya) el pasado verano, nada parecía indicar que doce meses después el equipo de Brad Stevens se quedaría a dos partidos de sus primeras finales de la NBA en una década. Pero eso es justo lo que les pasó, y si no han visto las derrotas sufridas contra los Miami Heat en las Finales de Conferencia, créanme que es lo más parecido a recibir a una estrella de Hollywood en chándal que han visto nunca: cuatro derrotas en las que los Boston Celtics tuvieron al menos una ventaja en el último cuarto que no supieron mantener – esto es un eufemismo para no decir que la tiraron a la puta basura, que queda feo empezar un artículo hablando como un personaje de Joe Abercrombie.
Regular Season: Kemba Walker fue la solución a todos nuestros problemas
Como íbamos diciendo, los aficionados de los Boston Celtics arrancábamos la temporada sin demasiadas aspiraciones al título pero con el deseo de reconectar con un equipo que nos había hecho sentir miserables cada segundo del anterior curso. Los jóvenes no solo no parecían haber avanzado en su crecimiento sino que más bien habían dado un paso atrás, los veteranos que sí aportaban abandonaron el barco ya fuera por decisión propia o ajena (Aron Baynes siempre en nuestros corazones) y de los rookies que llegaban del NBA Draft el que mejores maneras demostró durante la pre-temporada necesitó apenas una semana en la NBA para diluirse como un azucarillo.
Y eso por no hablar del papelón que hizo la selección de USA, con hasta cuatro jugadores de los Celtics en el plantel, en el pasado Mundial FIBA.
La única noticia positiva del verano había sido la contratación de un Kemba Walker que parecía ser la némesis de Kyrie Irving en lo que a trato con sus compañeros y relación con su franquicia se refiere. El base del Bronx fue todo lo que se podía esperar de él, tanto dentro de la pista como fuera. Si en la cancha supo dar un paso a un lado para permitir el crecimiento de un Jayson Tatum que llegaría a debutar en el All-star, así como involucrar al resto del equipo pero sin dejar de ser el cardiac Kemba que tantos años estuvo languideciendo en ese mercadillo de jugadores que tiene montado Michael Jordan en Charlotte, fuera de la pista supo ser el líder que elogiaba a sus compañeros en las victorias y cargaba con las culpas en las derrotas.
Por desgracia, al igual que pasaba con un Gordon Hayward que cada vez que encadenaba un par de semanas sano volvía a dejar vestigios del jugador que es, las lesiones tardaron poco en lastrar su rendimiento y en hacer sus apariciones cada vez más intermitentes. Un jugador que desde su año como rookie solo jugó menos de 70 partidos en una temporada, llegaba a Boston para aparecer en la lista de cuestionables antes de casi cada partido.
Más allá del rendimiento de los tres jugadores con más galones del equipo, los ojos estaban puesto en el quehacer de Jaylen Brown. El alero de Atlanta llegaba con la tinta de su nuevo contrato aún caliente y no eran pocos los que cuestionaban si se merecía esos 115 millones de dólares a percibir durante las cuatro siguientes temporadas. Spoiler: sí los merecía y así lo demostró. Una vez más, el mayor de los Jays llegó a la NBA con un nuevo arsenal de trucos que había mejorado durante las vacaciones en lo que es ya una tradición tan antigua en Boston como el no disputar unos Playoffs con el quinteto titular sano. Su rendimiento, si bien es cierto que sufrió algún altibajo en el mes de enero, bordeó el All-Star y le sirvió para ascender al escalafón de Gordon Hayward en lo que a peso en la plantilla se refiere.
En el aspecto negativo quedaría la aportación de un banquillo que solo contaba con un jugador capaz de aportar cosas positivas de manera regular: Marcus Smart. El base de Dallas volvería a firmar una temporada de First Defensive Team que debería haberle merecido un mayor reconocimiento en un DPOY… pero recordemos que este premio es otorgado por idiotas como el que en su día no votó a Avery Bradley porque Devin Booker le anotó 70 puntos en la cara (dixit) en un partido que el de Tacoma no jugó. No vamos a dedicar más tiempo a esto y limitémonos a alegrarnos porque al menos este año no se lo han dado a un señor alto que pone tapones. Su madurez en el costado ofensivo de la carta acabó por convencer a los aficionados locales de que es un base como la copa de un pino mientras que los ajenos empezaban a entender que quizás no están tan locos en Boston y que el jugador es mucho más que lo que les muestra la ESPN en sus resúmenes.
Poco más rascaría Brad Stevens de una banca plagada de jugadores demasiado bajos (Carsen Edwards, Tremont Waters) o malos (Enes Kanter) como para contribuir de manera consistente a un equipo que estaba peleando por las primeras plazas de la Conferencia Este. Por destacar algo positivo, Romeo Langford mostró un nivel defensivo que nadie esperaba de él en las pocas ocasiones que llegó a pisar la pista; Tacko Fall calentó nuestros corazones como una chimenea el día de Navidad; y si en los próximos tres meses alguien inventa una máquina en la que combinar el ADN de dos personas que se apelliden igual, los Boston Celtics tendrán el mejor center de la NBA combinando la inteligencia para el baloncesto de Grant Williams con el físico de Robert Williams III. El anverso ya lo sufrimos con el David Lee de 2015.
Finalmente, tras un mes de febrero en el que Jayson Tatum empezó a alejarse del nivel de estrella (All-star) para tocar la puerta de las super estrellas (top-10 NBA), llegaría la cancelación de la Temporada Regular con los Boston Celtics dejando atrás un muy buen curso en el que habían molado y ganado.
Juventud, divino tesoro… o no
Si Danny Ainge se preguntaba hace un año si el equipo tendría suficiente talento, doce meses después hemos descubierto que el problema a la hora de alcanzar decimoctavo anillo de los Boston Celtics no fue este sino el tener un equipo demasiado mancebo. Y a los datos me remito: de haber logrado el título, con 25.3 años de media, los de Brad Stevens habrían sido el segundo equipo más joven en la historia en lograrlo – tras los Portland Trail Blazers de la 1976/77.
Y, por favor, nótese que hablo de juventud y no de experiencia.
Jaylen Brown y Jayson Tatum llevan jugando este tipo de partidos literalmente desde su llegada a la NBA pero nunca con un rol tan protagonista como en 2020; sí, en ocasiones asumieron galones y fueron los mejores jugadores de la serie (Jaylen Brown en las Semifinales de Conferencia y Jayson Tatum en las Finales de Conferencia de 2018), pero eran galones de otros que ellos tomaron a la fuerza. Y no se tiene la misma presión ni responsabilidad cuando se tiene una pareja estable que cuando tonteas con la de otro/a.
Dado que en la primera ronda del equipo rival no se presentó a jugar nadie más que Joel Embiid, estos problemas no se hicieron visibles hasta unas preciosas Semifinales de Conferencia en las que los Boston Celtics se enfrentaron a los hasta entonces vigentes campeones de la NBA: los Toronto Raptors. La serie, si bien fue un gusto para aquellos a los que les gusta analizar la táctica y aún más para los que amamos el barro, mostró las costuras tanto del sistema ofensivo de Brad Stevens como de la plantilla perpetrada por Danny Ainge.
Si aquella serie se ganó de milagro tras lo acontecido en el Game 3, las partida pintaba bastos para los Boston Celtics frente a un equipo muy similar en forma y fondo pero con las armas situadas en mejores posiciones para atacar a los de verde – algo que veníamos anunciando en nuestro podcast desde al menos febrero y que comento aquí porque llevo 1500 palabras y aún no lo había promocionado.
Lo que pasó a continuación es historia y no me apetece volver a ella.
MVP
Jayson Tatum
Las tentaciones de poner a Kemba Walker he de reconocer que han sido intensas, sobre todo entendiendo que, si todo va bien, Jayson Tatum deberá aparecer en esta apartado de manera perenne durante los próximos quince años, pero el alero de Sant Louis ha sido simplemente el mejor jugador de los Boston Celtics tanto durante la temporada regular como en los Playoffs, tanto por regularidad como por momentos de brillantez.
23.4 puntos, 7 rebotes, 3 asistencias, 1.4 robos y casi un tapón por partido fueron sus guarismos durante el curso escolar para elevarlos hasta los 25.7 puntos, 10 rebotes, 5 asistencias, 11 robo y 1.2 tapones durante una post-temporada en la que dejó ya muestras de lo que debe ser el siguiente paso en su camino a convertirse en un candidato al MVP: la capacidad de crear para sus compañeros.
También hay un montón de datos chorras como ser el tercer jugador más joven en promediar 900 puntos en Playoffs tras Kobe Bryant y LeBron James o el único en conseguir sus estadísticas a su edad pero lo importante es la sensación que deja. Y esa es la de poder ser el siguiente gran jugador que coja en testigo de los Paul Pierce, Larry Bird, John Havlicek, etc. El tiempo dirá si alcanza esas cotas y nuestro privilegio es ver cómo lo hace.
Decepción
Danny Ainge
Podría poner: le dio cinco millones a Enes Kanter por enseñar a nadar a Tacko Fall y quedarme tan ancho, pero vamos a desarrollar un poco más y a decir que: en una temporada en la que pocos peros se puede poner al equipo, e incluso a un Danny Ainge que palió la salida de Kyrie Irving con la llegada de Kemba Walker en un movimiento en el que además mandó a Carolina del Norte a Terry Rozier, si hay que culpar a alguien que sea al que configuró una plantilla descompensada, falta de altura, anotación y experiencia.
Revelación
Jaylen Brown
No para quien esto escribe, desde luego, pero sí debería serlo para todos aquellos que poco menos le compararon con Stanley Johnson el día que firmó su extensión de contrato. Desde su llegada a la NBA, Jaylen Brown solo ha hecho tres cosas: mejorar cada puto año, callar bocas y molar tres pares de cojones. Sí, se sigue despistando en defensa tras dos cambios y a veces parece desconectar del partido pero es de los que emerge cuando los demás se achican, anota a los tres niveles, es un excelente defensor 1 vs 1 y organizó una manifestación en Atlanta a la que acudió desplazándose en coche desde Boston.
Nuestro presidente cobra lo que merece.
Rookie del año
Grant Williams
Llegó a la burbuja fallando sus últimos 26 lanzamientos de tres para anotar los primeros 10 que lanzó en Playoffs. No sabemos muy bien qué le contaría Kemba Walker durante los meses que estuvieron compartiendo casa y gimnasio pero si alguien nos dice que ese pabellón es el equivalente en la Tierra al cielo de Dragon Ball en el que Goku y Son Gohan entrenan para derrotar a Célula, particularmente me lo podría llegar a creer.
Bromas a un lado, su rendimiento a lo largo de la Burbuja de Orlando fue francamente esperanzador para un equipo que, como hemos repetido hasta la extenuación, adolece de cualquier tipo de presencia defensiva. Compensa su falta de altura con un físico muy fuerte y, sobre todo, una gran inteligencia para el baloncesto.. pero sigue siendo bajito. Aún así, de seguir su desarrollo con el paso de las temporadas y mantiene su capacidad de abrir la pista para sus compañeros, es muy difícil que un jugador con sus cualidades no ande al menos diez años por la liga.